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Su carácter frío, su ingenio reconocido y el cinismo con que se expresaba logró dominarlas. Hasta el exagerado acento extranjero contribuía a dar más gracia a sus frases insolentes en el fondo y correctas en la forma.

Yo escucho de tu voz el blando arrullo en la brisa que juega con la rosa, yo percibo tu acento en el murmullo de cristalina fuente temblorosa. Yo soy la nube que perdida flota en la extensión azul, eres el viento; yo soy del arpa la dormida nota que trocará tu mano en dulce acento.

Pilar se cubrió la cara con su pañuelo. ¡Mala lengua! decía Gregoria. ¿Quién había de creer esto de usted? exclamaba con dramático acento Esteven. Esto es una vergüenza decía Pablo. Y entonces, dominando el tumulto, se alzó de nuevo la voz de Casilda, para arrojar a la cara de su cuñado esta palabra: ¡Ladrón! Si a Pilar no se le ocurre desmayarse, se pegan.

Atizóse el ratón su medio cuartillo; brilláronle los ojuelos, limpió el labio con la bocamanga de la mugrienta chaqueta, y declaró con acento sincero y candoroso: Lo que es trigues..., por estos montes no debe de los haber, que si no, ya los tendría matados; pero les diré lo que me pasó un día de la Virgen de Agosto.... ¿A las tres y diez minutos de la tarde? preguntó don Eugenio.

El licor parecía repeler cierta torpeza mental que se reflejaba en la lentitud de sus palabras, dando nueva luz á sus ojos y mayor soltura á su lengua. Dejó de hablar en francés para preguntar en español: ¿De dónde es usted? He conocido por su acento que es americano... americano del Sur. ¿De Buenos Aires tal vez?...

Todo el dinero que ganan los gallegos en América viene luego aquí, a mover nuestra industria. Y no es sólo dinero lo que los indianos hacen circular entre nosotros, sino también espíritu de progreso y de tolerancia. Con su acento absurdo, diciendo San Jorge de Bolsas en vez de San Jorge de Sacos, y cosas por el estilo, los gallegos que vuelven de América están modernizando Galicia.

Si en Canzana hubieran querido añadió la joven después de un rato con acento no exento de amargura nadie me sacaría de casa. ¡Qué iban á hacer los pobres, si no son tus padres! murmuró Nolo. Ellos nada, pero dejarme á que lo hiciera. Bien sabes, Demetria, que eso no puede ser. Ni tenían razón para ello, ni se habrán atrevido á aconsejártelo.

Su tez tenía matices de cera, y a trechos manchas hepáticas; sus ojos parecían pálidos y grandes respecto de su cara enflaquecida. Pero, bruto exclamó la Tribuna con bondadoso acento , estás sudando como un toro y te plantas aquí entre puertas, en este pasillo tan ventilado... para coger la muerte.

Después, aquel ruido cesó: oíase el zumbar del viento, largo, extendido, como en el campo, y sólo se oyeron los pasos de las mulas de la litera y los de algunas cabalgaduras que marchaban constantemente junto á ella. ¿Qué me queréis? dijo secamente el licenciado. ¿Es vuesa merced, como lo parece, alcalde de casa y corte? dijo aquel hombre, cuyo acento era indudablemente afectado.

No se necesita estar ajumao para decir que es usted preciosa... pero no puedo sentarme porque me aguardan. Otro día será... Hasta la vista, prenda manifestó Uceda con la misma sonrisa contraída, alejándose. La morenita quedó inmóvil mirándole, y cuando ya estaba lejos exclamó con acento donde se traslucía el despecho: ¡Vaya usté con Dios!