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Actualizado: 23 de junio de 2025


¡Ah! contestó el de dentro con el acento de quien reconoce á una persona respetable ; voy, voy á abrir al instante. En efecto, la puerta se abrió. Perdóneme vuestra señoría dijo la misma voz dentro si no tengo luz: estaba en acecho. Y se cerró la puerta. ¡En acecho! dijo el padre Aliaga ; ¿en acecho de qué?

Y cuando me veía yo obligada a vender mis muebles, ellos me compraban, por un pedazo de pan, la sillería dorada de la sala y los cortinones de seda... Estaban al acecho de las gangas, y al verme perdida, amenazada de un embargo, claro... se presentaban como salvadores... ¿Qué me dieron por el San Nicolás de Tolentino, de escuela sevillana, que era la joya de la casa de mi esposo, un cuadro que él estimaba más que su propia vida? ¿Qué me dieron? ¡Veinticuatro duros, Benina de mi alma, veinticuatro duros!

Confundida con otras compañeras en un grupo que estaba a la puerta del comedor, la siguió con sus miradas, y se puso en acecho junto a la escalera para verla de cerca cuando bajase, y se le quedó, por fin, aquella simpática imagen vivamente estampada en la memoria. La impresión moral que recibió la samaritana era tan compleja, que ella misma no se daba cuenta de lo que sentía.

Jaime oyó pasos furtivos en las habitaciones inmediatas; vio cortinajes que se agitaban levemente, como movidos por suave céfiro; adivinó tras de ellos cuerpos en acecho, ojos que le contemplaban ocultos. La criada volvió a aparecer, saludando a don Jaime con grave cortesía. ¡Era el sobrino de la señora!... Le acompañó hasta un gran salón, y desapareció.

A su alrededor hay en acecho doscientos hombres de rostro bronceado, provistos de arpones y ganchos. De veinte leguas á la redonda llega el mundo elegante, mujeres bonitas y sus adoradores, quienes se colocan á la orilla del mar y lo más cerca posible para mejor ver la matanza, formando un círculo encantador. Dada la señal, el pescador hiere.

Es la manera más práctica de evitar los comentarios de los habladores, siempre en acecho. El tapiz de la abuela pasa a los ojos de todos por una maravilla, que los amigos de nuestros amigos están en la obligación de venir a admirar. Así todo será natural para Celestina, y nos evitará una crisis de indignación de su parte, que no dejaría de ocurrir si ella supiera...

¿Pero no me amáis? ¡Ay!... ¡!... exclamó doña Catalina tendiendo lánguidamente su mano y de una manera instintiva á Quevedo. ¡Ah! exclamó Quevedo, apoderándose de aquella mano ; ¡y cómo me da la vida vuestro amor! Soltad, que estas monjas son muy curiosas, y siempre están en acecho. Decís bien; siempre andan alrededor de los del mundo, que se les acercan como el gato alrededor de las sardinas.

La emoción de su presencia y la costumbre del acecho le hicieron retroceder, y ella entró en la iglesia sin verle. ¡Ah, ya la tenía!... Esta vez no podría escapar, é iba á decirle muchas cosas, ¡muchas!... Pero al mismo tiempo que repasaba en su memoria rencorosamente las justas recriminaciones preparadas con anticipación, sintió miedo, un miedo irresistible á la brevedad de las respuestas de ella, tal vez á su mutismo.

Más le habría gustado a la buena mujer verle travieso, enredador e indomable como en su niñez, que observar aquella indolencia taciturna, aquella tétrica quietud, semejante al acecho de las bestias carnívoras, en las cuales la paciencia es precursora de la ferocidad. «¿En qué piensas, animal? le decía bruscamente . ¿Vas a inventar la pólvora o qué?

¡Dios quiere darme tiempo para que me arrepienta de mis pecados! ¡No lo olvide, Señor Don Juan Manuel! ¡Les forcé para que se hiciesen a la mar, y con ellos estuve embarcado toda la noche!... La muerte estaba en acecho, y la sentí pasar por mi lado. Estaba en aquella barca de pescadores y en esta casa mía.... Por donde voy descubro las huellas de su paso. ¡He visto sus luces!

Palabra del Dia

rigoleto

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