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Yo acabo de verles en acción y en ciertas ocasiones he tenido el honor de acompañarles á traves de esas horribles é inhospitalarias montañas, donde la muerte permanece en acecho constante, donde detrás de cada roca puede hallarse en emboscada el plomo traidor, y donde cada soplo de viento parece un gemido de dolor cuando no un rugido de amenaza.

Largo rato continuaron en acecho los ingleses y vieron que algunos grupos de nobles castellanos, montando sus hermosos corceles y seguidos de pajes que llevaban halcones y azores adiestrados, se preparaban á entregarse á su ejercicio favorito de la caza. Á su lado corrían y saltaban grandes lebreles.

Cuéntase que habiéndose negado su padre a darle una suma de dinero que le pedía, acechó el momento en que padre y madre durmieran la siesta, para poner aldaba a la pieza donde estaban, y prender fuego el techo de paja con que están cubiertas por lo general las habitaciones de los Llanos .

Entonces, sólo entonces se descomponía un poco; dejaba los ademanes acompasados, suaves, académicos, y encogía las piernas, se bajaba como un cazador en acecho, para disparar sobre el argumento contrario, daba palmadas rápidas, sin medida sobre el púlpito, se arrugaba su frente, se erizaban las puntas de acero que tenía en los ojos, y la voz se transformaba en trompeta desapacible y algo ronca.... Pero ¡ay! esto era perderse.

Los pensamientos que huyen cuando somos vencidos por el sueño, suelen quedarse en acecho para volver a ocuparnos bruscamente cuando despertamos.

Perucho, cuyos pies descansaban en las anfractuosidades del muro, se quedó como incrustado en él, sin osar respirar, ni bajarse, ni moverse, porque aquel hombre desconocido, mal encarado y en acecho, le infundía el pavor irracional de los niños, que adivinan peligros cuya extensión ignoran.

Consistía este experimento en abrir por medio del fuego un boquete en la madera. Doña Feliciana saltó con presteza del lecho, y de una esquina del cuarto tomó una asta o varilla de palo a cuyo extremo adaptó un puntiagudo rejoncillo de hierro. Era ésta el arma con que acostumbraban salir al campo todos los hacendados. Así prevenida, nuestra heroína se colocó en acecho tras la puerta.

Hacía una hora que el padre y los hijos se hallaban sentados en el tronco cortado de un árbol, a la orilla del río, el ojo alerta y los pies en la nieve, como al acecho. De vez en cuando el anciano decía a sus hijos: No cómo tiritan tanto allá abajo. Nunca he visto una noche tan templada en este tiempo; es una noche de corzos; los arroyos no están siquiera helados.

Acercóse á las calles inmediatas por ver si había gente en acecho, y no vió nada. Sólo en la calle de las Negras divisó algunas sombras lejanas, un pelotón de gente como de diez personas. También hacia el portillo de San Bernardino se movían algunos bultos. Creyó que no había que perder tiempo; llegóse á la puerta, y asiendo el aldabón, dió algunos golpes con mucha fuerza.

Púsose de centinela en la calle del Bastero, y cinco minutos después vio a la fundadora entrar en la casa. «Han de subir por la calle de Toledo pensó ; desde allí las veré sin que me vean. Siguió a la calle de Toledo, poniéndose en acecho en la acera de enfrente, junto a la puerta de una taberna.