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Actualizado: 20 de junio de 2025


Sobre el apelmazado suelo de un corral, entre un cascarón de huevo y una hoja de rábano, cerca del medio plato donde bebían los pollos y como á dos pulgadas del jaramago que se había nacido en aquel sitio sin pedir permiso á nadie, yacía una pequeña y ligerísima pluma, caída al parecer del cuello de cierta paloma vecina, que diez minutos antes se había dejado acariciar ¡oh femenil condescendencia! por un D. Juan que hacía estragos en los tejados de aquellos contornos.

Si ese deseo no es una simple ilusión, el resultado de un momento de sobreexcitación nerviosa y enfermiza; si, al contrario, se hallaba desde mucho tiempo atrás en preparación en el fondo de ella misma, ¿cómo es posible que, seis horas antes de formularlo, haya manifestado tanta indignación contra mi madre, a quien sospechaba de acariciar quizá el mismo deseo?

Robledo, que había recobrado su tranquilidad, dijo gravemente: Estoy seguro de ello... Pero todavía es usted joven y tiene tiempo para esperar. Tal fué su arrobamiento al oir esta respuesta, que acabó por acariciar el rostro de su acompañante con los lentes que tenía en una mano. ¡Oh, la galantería española!... Pero separémonos; guardemos nuestro secreto ante un mundo que no puede comprendernos.

Y Nélida aprovechaba la menor pausa para acariciar con gestos felinos y engañosos al sombrío centauro, que también parecía haber olvidado con la emoción sus recelos y sus amenazas. Acababa de encontrarse Isidro con ellos en el fumadero, y Nélida le había presentado al hermano. Un bárbaro; créame, Ojeda.

Al acariciar la vidriera advirtió que el vidrio estaba encerrado en un armazón de plomo. Entonces decidió arrancarlo con las manos, y tan valerosamente emprendió la tarea que acabó por conducirla a buen término.

Aquel amor mío fue pronunciado de un modo distraído, rutinario, que hubiera mortificado a la generala, si no fuese frecuente en ella también al acariciar de palabra a su amante. ¡Qué pronto! Apenas has estado conmigo dos horas. Mañana procuraré estar más tiempo... Hoy no puedo. Lucía se levantó también y le echó los brazos al cuello con el mimo de otras veces.

Al fin, de pronto, su frente se inclinó y cayó sobre mi hombro, donde permaneció inmóvil. Me puse a temblar de pies a cabeza, como si me hubiera acaecido una felicidad inaudita. Se posesionó de un deseo irresistible de acariciar su abundante cabellera, que tocaba mi cara. Muy cerca de mis ojos vi brillar algunos hilos plateados.

El premio de aquellos certámenes florales consistía en un abrazo cariñoso de la infeliz anciana, la cual apenas podía alargar la mano para acariciar al vencedor. Pero siempre había para la joven una frase tierna, un halago de aquellos labios trémulos, a las veces contraídos por una sonrisa de dolor.

Vana en breve fué también la esperanza, de que los negocios tomarían mejor sesgo, en cuanto ocupase el trono Carlos II, porque, á la verdad, pocas personas podían acariciar tales ilusiones, sabiéndose cuáles eran las cualidades desdichadas de entendimiento y de carácter del último soberano de la dinastía de los Ausburgos.

Es demasiado orgulloso para ceder por ese procedimiento. Atacar a un español por las amenazas, es lo mismo que acariciar a un lobo a contrapelo. Si las amenazas no sirven para nada, tengo otra idea. Hago testamento en favor del marqués, le devuelvo sus millones hasta el último céntimo y después me mato. ¡Vaya una idea! ¡Muy bonita! ¿Y qué habrás adelantado con eso? ¡No seas tonta!

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