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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Acércate y mírame. ¿Ves cómo me ha puesto el calor del estío; a mí, tan fuerte, tan poderoso; a mí, que levanto las olas, que arraso los campos, que no hallo resistencia a mi empuje? Este día de canícula me ha matado; me dormí embriagado con la fragancia de las flores con que jugaba, y aquí me tienes desfallecido.
AZUCENA. Tú no podrás socorrerme; vendrán muchos contra ti, y tus fuerzas se agotarán; pero no temas por mí, yo estoy libre de su furor. MANRIQUE. ¿Vos? AZUCENA. Sí; los tiranos no mandan sobre el sepulcro, ni el verdugo puede martirizar una carne que no siente. Acércate... Mira esta frente pálida; ¿no está pintada en ella la muerte? MANRIQUE. ¿Qué decís?
17 Y no escondas tu rostro de tu siervo; porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme. 18 Acércate a mi alma, redímela; líbrame a causa de mis enemigos. 21 Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre. 23 Sean oscurecidos sus ojos para ver, y haz siempre titubear sus lomos. 24 Derrama sobre ellos tu ira, y el furor de tu enojo los alcance.
El patriarca se acercó a Amparo; sus mejillas arrugadas y marchitas tenían a la sazón sonrosados los pómulos. Gracias, hijas... tartamudeó cabeceando senilmente . Gracias, ciudadanas.... Acércate, tribuna del pueblo... que nos una un santo abrazo de fraternidad.... ¡Viva la tribuna del pueblo! ¡Viva la Unión del Norte!
Yo soy tu madre... Las circunstancias han hecho que hasta ahora no haya podido darte el nombre de hija; pero Dios no ha querido que muera privada de ese placer... Acércate, hija mía. Demetria bajó todas las escaleras y se aproximó á la señora. ¿Me das un beso? dijo ésta tomándola de la mano y con voz donde se traslucía la emoción.
«¡Rica!... ¡Monísima!... ¡Acércate, prenda, que tengo que decirte una cosa!...» «¡Oh carina tanto bella!» Cada mocetón usaba de su idioma para exteriorizar el entusiasmo.
Así que, la ciencia pudo decir á todos: «Acudid, pueblos, acudid, agobiados trabajadores, acudid, jóvenes mujeres de fuerzas agotadas, criaturas castigadas con los vicios de vuestros padres; acércate, macilenta humanidad, y díme francamente, á presencia del mar, lo que necesitas para reanimarte. Ese principio reparador, sea cual fuere, el mar lo posee.»
Se abrieron de golpe las persianas, lo que me permitió ver a Ruperto Henzar que, de espaldas a la ventana y tendiéndose a fondo, exclamó: ¡Para ti, Juan! ¡Y ahora te toca el turno, Miguel! ¡Acércate! Es decir, que Juan estaba allí, que había acudido probablemente en auxilio del Duque. Y en tal caso, ¿cómo había de abrir a tiempo la puerta del castillo?
¿Ya se fué esa loca? preguntó misia Gregoria, abriendo los ojos y apartando las manos del torturado órgano auditivo, ¡qué carácter de muchacha! al momento se atufa, y no hay más que dejarla desahogar. Lo mismo era yo, a su edad. Nanita, ven acá, acércate. Susana obedeció.
No, hija, no; ya sé que no te llevas nada... y si quieres llevártelo puedes hacerlo: todo está á tu disposición. Muchas gracias. Adiós respondió volviéndose. Cuando ya había dado tres ó cuatro pasos, Velázquez la llamó. Atiende un instante. ¿Qué se le ofrecía á usted? preguntó ella quedándose á la puerta. Acércate, hija, que no vamos á hablar á gritos.
Palabra del Dia
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