Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 6 de octubre de 2025


Al entrar en la habitación de la abuelita, su cara tomó cierto aire de indiferencia que nunca tenía. Tendió la mano a José Luis y como estaba Adriana junto a ella, se lo presentó.

¡, tal vez! murmuró Laura como atribuyendo una significación extraordinaria a la idea de Carmen. ¡Bah! intervino Zoraida abuelita es demasiado sencilla para eso. Diles, Adriana, que no hagan fantasías de una cosa tan común. ¿ qué piensas sobre eso? Que posiblemente mi bisabuelo la quiso y se casó con otra guardándose la tristeza de no ser comprendido.

Le pidió abuelita que tomara el te con ella, agregó Zoraida, y allí está Laura también. ¿Te has fijado, Camucha, con qué atención le escucha Laura, cuando él habla?... Es una suerte. Así, poco a poco, me irá perdonando... No, ella no se olvida de José Luis, ella piensa que José Luis hubiera sido el amor de su vida, repuso Carmen. No te puede perdonar.

Hoy llamamos al doctor Castro Fernández. Nos dijo que la anemia se agrava y que conviene llevarla al campo, en cuanto empiece la primavera. Adriana sintió que el corazón se le oprimía. Ah, ¡cómo has podido reírte así! murmuró casi sin voz. Carmen también se entristeció. Pero pronto, animándose de nuevo: Laura y Zoraida están ahora arriba con abuelita. Vamos nosotras al cuarto de Laura.

¡Bah! respondió Carmen todas nosotras somos lo mismo, aunque no queramos confesarlo... Vivimos de soñar en el amor. Y la actitud seria y el tono reflexivo de sus palabras, contrastaba con la apariencia de criatura de quince años que ella tenía. Lástima dijo Zoraida que Julio no haya oído las historias de abuelita, él que sólo se interesa por las cosas ideales.

Mas de repente, y cuando Jacinta se disponía a oír denegaciones categóricas, la abuela lanzó una fuerte exclamación de alegría, diciendo así: «¡Hijo de mi alma!... ¡amor mío!, ven, ven a mis brazos». Y lo apretó contra tan enérgicamente, que el Pituso no pudo menos de protestar con un chillido. «¡Hijo mío!... corazón... gloria, ¡qué guapo eres!... Rico, tesoro; un beso a tu abuelita».

Y el rostro de la anciana sonreía con expresión de dichosa ingenuidad senil. Tomaron una casa muy linda, continuó en la calle de la Piedad, junto a la iglesia. ¿Viven ustedes siempre allí? ¡Oh, no señora! Nos mudamos. Yo apenas me acuerdo. La echaron abajo hace tiempo, abuelita dijo Zoraida. Ahora viven en la calle Cerrito, a pocas cuadras de aquí.

Pero desde que se posesionaron de la casa los mellizos, ávidos de vida y de leche, que había que formar con buenos alimentos, el dichoso y asendereado padre no pudo obsequiar a la abuelita con los sobrantes de su ganancia, porque no los tenía. Más que para dar estaba para que le dieran.

Dijo por esto en su casa que tenía que irse a la estancia de su padrino, en Pehuajó, a hacer importantes estudios. Asintieron inmediatamente a ello su padre, su madre, su tía y su abuelita, y su padrino le dio una carta para don José, el mayordomo, ordenando que pusiese a sus órdenes cuanto necesitase y pidiese.

«¡Cuidado que es desgracia! repitió la señora de Santa Cruz dando un gran suspiro , ¡las tiendas cerradas hoy!... Porque es preciso comprarle ropita, mucha ropita... Hay en casa de Sobrino unas medidas de colores y unos trajecitos de punto que son una preciosidad... Ángel, ven, ven con tu abuelita... ¡Ah!, ya conoce el muy pillo lo que has hecho por él, y no quiere estar con nadie más que contigo».

Palabra del Dia

aprietes

Otros Mirando