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Jacinta les hubiera echado, abriendo todas las ventanas y sacudiéndoles con una servilleta, como se hace con las moscas. Cuando su marido y ella se quedaron solos, parecíale la casa un paraíso; pero sus ansiedades eran tan grandes que no podía saborear el dulce aislamiento. ¡Solos en la alcoba! Al fin...

Luego, arrodillándose y abriendo el largo casacón que cubría el cuerpo del cadáver, dijo: La bala ha atravesado el pericardio, lo que produce un efecto semejante al de un aneurisma cuando revienta. Todos los demás guardaban silencio.

Señoras, ¿qué tiene eso de particular? Si Dios las ha hecho guapas, ¿qué vamos nosotros á hacer? Pero ¡ay! me faltan cinco. Por eso he venido aquí. Y se detuvo como cortado. ¡Ha venido usted aquí! exclamó Paz abriendo mucho los ojos. ¡Ha venido usted aquí! murmuró Salomé con súbito cambio de color. Las dos ruinas se miraron Aquella mirada fugaz fué terrible.

Ya deseo que se acabe este mes por salir della." Pues, estando en esta afligida y hambrienta persecución, un día, no por cuál dicha o ventura, en el pobre poder de mi amo entró un real. Con el cual él vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia, y con gesto muy alegre y risueño me lo dio, diciendo: "Toma, Lázaro, que Dios ya va abriendo su mano.

Poco á poco: el sombrero necesita una toca rica; una toca por lo menos de oro á martillo; el jubón necesita herretes; las cuchilladas piedras ó perlas, y luego espada. Todo eso lo tengo dijo don Juan, descubriendo el resto de su tesoro y abriendo los estuches. ¡Misericordia de Dios! ¿sabéis lo que tenéis aquí, señor? Pienso que es mucho. Esta pedrería vale lo menos dos millones de ducados.

El crepúsculo, abriendo la noche por Oriente, hace brillar los astros con claridad creciente, descolora el ocaso su franja de carmin; sobre el agua, el reflejo de los astros se mece, surcos, senderos, bosques, todo se desvanece, el pasajero inquieto duda por dónde ir. El dia es para el dolo, el mal y la fatiga. Recemos. la noche. ¡La noche, dulce amiga!

Otros se comen nuestro pan, que no yo dijo la espantosa mujer, enseñando sus dos filas de dientes iguales y puntiagudos . Yo me lo que creo, y creo lo que yo me .... Y toque su paternidad a otra puerta, que ya vamos abriendo el ojo. Todo sea por Dios....

Melchor lo rompió temblorosamente y abriendo enormes sus grandes ojos azules, mientras lo espiaban anhelosos Lorenzo y Ricardo, prorrumpió con la voz ahogada por la emoción: De Clota... ya vengo... voy a contestarle. ¿El recibo?... señor... le reclamó el mensajero. ¡Ah... es cierto! ¿Tienes lápiz, Lorenzo? No. Yo tengo dijo Ricardo.

Las miradas de los tres se volvieron hacia él. Porque Manín es un bruto que no sabe jugar más que a la brisca dijo D. Pedro riendo. Y al tute manifestó el gañán, desperezándose groseramente, abriendo una boca de a cuarta. Bueno, y al tute. Y al monte. Bien, hombre, y al monte también. Y se pusieron a jugar sin hacer más caso de él. Pero al cabo de un momento volvió a decir: Y al parar.

Pero no pudieron. Otra mujer apareció abriendo rudamente una puerta... Era Alicia, con las ropas en desorden y el pelo alborotado. Viendo al príncipe, levantó las manos y avanzó, muda é impetuosa, como si pretendiese abrazarlo. ¡Al fin!... Nada le importaba la presencia de Valeria; no la vería.