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Actualizado: 15 de junio de 2025


La condesa se destrenzó los cabellos, se abrió el justillo, llegó á la luz, la apagó, y luego oyó Quevedo como el crujir de un sillón al sentarse una persona. Quevedo cerró su linterna y dijo al bufón: Abrid y hasta otro día. Pero, hermano don Francisco, ¿os vais á encerrar sin escape en la cueva del león? La condesa de Lemos cuidará de darme salida. Dios quede con vos, hermano.

Al sentarse Quevedo se desembozó y dejó ver una línea de luz por un resquicio de su linterna. ¡Oh! ¡traéis linterna! dijo el joven. Nunca voy sin ella. ¿Me prometéis decirme el nombre de la dama, si os doy algo por lo que podáis venir en conocimiento? Os lo prometo dijo Quevedo. Pues bien, abrid la linterna y mirad.

Llamaron en la puerta roja dos golpes secos y vibrantes, tan solemnes, que parecían decir, como en las actuaciones judiciales: Abrid, en nombre de la ley....

La voz se apagó instantáneamente, pero los tres jóvenes estaban ya de pie y se habían dirigido instintivamente á la salida con las manos puestas en las espadas. Juraría dijo Juan Montiño saliendo y precipitándose por las escaleras que esa era la voz de mi tío. ¡De vuestro tío! ; abrid, abrid la puerta gritó Montiño al hostelero. ¿Y quién es vuestro tío? dijo el alférez, que le seguía.

¡Una carta de su majestad...! dijo con gran respeto el portero ; pero es el caso, que su paternidad estará durmiendo. Despertadle dijo Vadillo , y entre tanto, como hace muy mala noche, abrid. Voy, voy á abrirles, hermanos dijo el portero, retirándose del ventanillo y dejando notar á poco su vuelta por el ruido de sus llaves. Abrióse la portería.

Mas fuera a un alemán y a un negro etíope, A un dulce ruiseñor y a una oropéndola, Darles comparaciones verisímiles: Mas basta ser en el amor tan símiles. Aquí llega, Jarifa, vuestra víctima; Abrid, que pasa ya la luna errática.

Abrid la historia de las pasadas sociedades; leed al filósofo crítico más reverendo, y le veréis mientras se jacta de haber dado ensanche al patrimonio ruin de la inteligencia que heredó de sus mayores, lamentarse de los locos extravíos de la de sus hijos. Y cuando á los nuestros entreguemos mañana el imperio del mundo, palparemos más evidente esta verdad.

La rabia del desollador no conoció límites, y se apoderó de su hacha, pero Ivona se armó de un cuchillo. El idiota reía a carcajadas, agitando su cabeza de caballo llena de guijarros que producían un ruido sordo y extraño. Afortunadamente, llamaron a la puerta de la cabaña, cuando estaba a punto de ocurrir una desgracia. ¡Abrid, voto a...! ¡abrid de una vez!

Enalbardado, pues, el rucio, con gran pena y pesar subió sobre él, y, encaminando sus palabras y razones al mayordomo, al secretario, al maestresala y a Pedro Recio el doctor, y a otros muchos que allí presentes estaban, dijo: -Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad; dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente.

también, por espías verdaderas, que han entrado en ese lugar cuatro personas disfrazadas para quitaros la vida, porque se temen de vuestro ingenio; abrid el ojo, y mirad quién llega a hablaros, y no comáis de cosa que os presentaren. Yo tendré cuidado de socorreros si os viéredes en trabajo, y en todo haréis como se espera de vuestro entendimiento.

Palabra del Dia

vorsado

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