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Actualizado: 15 de junio de 2025


¡Abrid, hijos de Satanás! ¡Abrid estas puertas que cierra vuestra codicia! ¡Abridlas de par en par, como tenéis abiertas las del Infierno! ¡Abridlas para que entren los que nunca tuvieron casa! ¡Soy yo quien después de habéroslo dado todo, llego a pediros una limosna para ellos! ¡Soy yo, quien pobre y miserable, golpea esta puerta cerrada! ¡Hijos de Satanás, no hagáis que mi cólera la derribe y entre por ella, como quien es, Don Juan Manuel Montenegro! ¡Abrid, hijos de Satanás!

Yo que muchos han recibido dinero en cambio de discursos muy calurosos. Las asonadas absurdas que vemos todos los días, ¿á qué se deben? No lo dudéis: ¡abrid los ojos, ciegos! Se deben al oro de Fernando de Borbón, al oro repartido por ese hombre insidioso, por ese Coletilla. ¿Quiénes son los venales? Sepámoslo. Desconfiad de los autores de asonadas.

Sabed que tenéis aquí en vuestra presencia, y abrid los ojos y veréislo, aquel gran caballero de quien tantas cosas tiene profetizadas el sabio Merlín, aquel don Quijote de la Mancha, digo, que de nuevo y con mayores ventajas que en los pasados siglos ha resucitado en los presentes la ya olvidada andante caballería, por cuyo medio y favor podría ser que nosotros fuésemos desencantados; que las grandes hazañas para los grandes hombres están guardadas''. ''Y cuando así no sea -respondió el lastimado Durandarte con voz desmayada y baja-, cuando así no sea, ¡oh primo!, digo, paciencia y barajar''. Y, volviéndose de lado, tornó a su acostumbrado silencio, sin hablar más palabra.

Llegamos á los desvanes; bajad la cabeza, hay cinco escalones. Poco después añadió el bufón: Abrid la linterna. Voy á llevaros á la cámara de la reina. Vamos, hermano, vamos, y que Dios nos tome en cuenta esta aventura gatuna, y el no haberla dado buena de esa infame adúltera y de ese rufián asesino.

Pues, ¡por Dios que han de ver esos señores que acá los envían si soy yo hombre que se espanta de leones! Apeaos, buen hombre, y, pues sois el leonero, abrid esas jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad desta campaña les daré a conocer quién es don Quijote de la Mancha, a despecho y pesar de los encantadores que a los envían.

Abrid... es el señor dijo con voz recia Manolete, el fiel criado que había acompañado al capitán á Málaga. Gran movimiento en la sala. Todos se levantan. Regalado toma el velón de la mesa y se precipita á la escalera y detrás de él algunos tertulios y también el perro Talín que aúlla de un modo lamentable.

¡Criados! ¡no los tengo! ¡si los he despedido para que no se enterasen! ¡Abrid á la justicia del rey! repitió el alcalde golpeando con furia la puerta. Id, id á abrir, señora dijo el duque. ¡Yo! ¡sola! ; , decís bien: iremos los dos. Y doña Ana y el duque bajaron á abrir á la justicia.

Sólo abriréis cuando yo os diga: ¡Abrid, hijitas, abrid! Que soy la madre que os parí. Las chivitas, que eran muy bien mandadas, lo hicieron todo como se lo había encargado su madre. Y cate Vd. ahí que llaman á la puerta, y que oyen una voz como la de un becerro, que dice: ¡Abrid, que soy el Carlanco! Que montes y peñas arranco.

Pues bien; el cadáver de ese hombre está aquí: está en mi casa. ¡En vuestra casa! exclamó aterrado el duque. En aquel momento se oyeron grandes golpes en la puerta de la casa y una voz terrible, la voz del licenciado Sarmiento, que dijo desde la calle: ¡Abrid á la justicia del rey! Quedóse el duque perplejo por un instante, pero luego dijo: Mandad á vuestros criados que abran, señora.

Nadie contestó de adentro. No nos abrirán dijo Velludo ; ha pasado hace mucho tiempo la hora fijada de las ordenanzas. Va veréis dijo el alférez tocando de nuevo á la puerta : ¡abrid al alférez Saltillo! Como si aquel nombre hubiera sido un conjuro, la puerta se abrió. Entrad dijo una voz recatada y no arméis ruido, no os oigan los vecinos y den parte á una ronda. ¡Vaya unos vecinos!

Palabra del Dia

rigoleto

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