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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Rojos de emoción, con lágrimas en los ojos se abrazaron estrechamente y se besaron en medio de la soledad de aquellas montañas que una vez al menos se mostraron piadosas. Clara era dichosa. Sin embargo, el recuerdo fatal de su primera noche de novia le asaltaba alguna vez estremeciéndola; fue una visión siniestra que la persiguió toda la vida.
«Clamaban dice el manuscrito del conde del Aguila los alaridos de la gente porque la mujer era hermosa: cuatro de los religiosos se abrazaron con el marido sin dejarle menear y ayudados de otros y diciendo á grandes voces: Ya ha perdonado echaron abajo á la mujer, que dió un salto por la escalera como una gata, y sin cesar las voces de Ya ha perdonado fué notable el alarido y contento de todos, y se la llevaron en volandas á San Francisco.
Lo que había pasado antes entre el que llegaba y los presentes, por conocerse todos de trato, o de nombre cuando menos, pasó allí entonces; pero con la notable diferencia de que al reparar el de Provedaño en el de Coteruco, no acabó todo ello en el apretón de manos afectuoso o en los familiares y mutuos palmoteos en la espalda, sino que conmovidos y anhelantes uno y otro, sin decirse una palabra, se abrazaron tan estrechamente, que parecían no acertar a separarse.
Llevaba unos bigotes cortos, y Robledo aparecía con barba en todos sus retratos... Pero de pronto encontró en los ojos de este hombre algo que le pertenecía, por haberlo visto mucho en su juventud. Además, su alta estatura... su sonrisa... su cuerpo vigoroso... ¡Robledo! dijo al fin. Y los dos amigos se abrazaron.
Pertenece a esa fuerte raza de cómicos que, no habiendo podido triunfar en escena, abrazaron el estado de profesor y prosperaron en él enseñando las reglas de un arte que ellos no supieron aplicar nunca. Talma es un eterno galán joven, que tiene cuarenta y cinco años y representa cincuenta.
En efecto; el tiroteo empezaba por ambos lados a la vez, hacia la meseta de «El Encinar» y las alturas de Kilberi. Entonces los dos jefes se abrazaron, y cuando marchaban a tientas en medio de la profunda noche tratando de llegar al borde de la peña, oyose la voz de Materne que les gritaba: ¡Tened cuidado, que ahí está el precipicio! Detuviéronse, mirando a sus pies, pero no vieron nada.
Posteriormente, sin embargo, no se limitaron sólo á representar este drama religioso, sino que abrazaron toda la historia del Antiguo y Nuevo Testamento, y el vasto campo que les ofrecían las leyendas de santos. Las piezas más largas se dividían en tantas jornadas, cuantos eran los días que había de durar la representación, ocurriendo á veces que se prolongaran por cinco semanas.
Al contrario repuse yo : te sentaba admirablemente, estabas guapísima. ¡Chitón! Déjame concluir. Después que me vi en la vidriera me animé un poquirritillo. Fui otra vez a la capilla y allí me abrazaron todas mis amigas. ¡Ay hijo, entonces comencé a soltar lágrimas a chorro! ¡Me dio una perrera, que pensé liquidarme! Pero, como era una chiquilla, pasó al instante de la tristeza a la alegría.
Y llegando las dos a un corredor oscuro, se abrazaron con ímpetu, consternadas hasta el llanto por aquella penosa evocación de la sombra paterna. Entrecerrando los ojos, apoyó la frente contra el frío cristal de la ventanilla. Y entonces, en aquella profunda lontananza, las dos criaturas se desenlazaron y la miraron a ella con los ojos llorosos, fijamente.
Entró Seudoquis, reconoció a Salvador, se abrazaron; pero tanta gana tenía el buen hombre de contar lo que sabía, que sin poder aguardar a que acabaran los saludos, habló así: ¡Ya les hemos cogido! ¡buena caza hemos hecho! ¿Qué? ¿qué ha sido?... ¿una batida de voluntarios realistas?
Palabra del Dia
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