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Actualizado: 24 de junio de 2025


Entonces se abrazaron con abandono, y ella apoyando la mejilla en la cara de Julio, sólo sentía un deseo dulce de morir. En ese momento acudieron precipitadamente Zoraida y Carmen. ¡Ha venido un hombre, no sabemos quién es! El desconocido visitante estaba en el vestíbulo. La sirvienta, que no había podido detenerle, trajo la tarjeta. Leyeron el nombre: "Ricardo Muñoz".

Sentáronse; y para preguntar quién era yo, no hablaron palabra, sino el uno miró a Matorrales, y abriendo la boca y empujando hacia el labio de abajo, me señaló; a lo cual mi maestro de novicios satisfizo empuñando la barba y mirando hacia abajo; y con esto, con mucha alegría se levantaron todos, y me abrazaron e hicieron muchas fiestas, y yo de la propia manera a ellos, que fué lo mesmo que si catara cuatro diferentes vinos.

Demetria abrazada á ella repetía con frenesí este sagrado nombre como si quisiera indemnizarla del tiempo en que no había podido dárselo. Manolín y Pepín saltaron de la cama en camisa y se abrazaron á sus faldas gritando de alegría. Demetria los cogió al fin y elevándolos del suelo los besó con arrebato infinitas veces.

Son hermanos de los hombres blancos que me arrancaron de las manos de los arfakis, cuando iban a matarme. En aquel instante Cornelio y Van-Horn se presentaron en la puerta. ¡Tío! ¡Sobrino! ¡Hans! ¡Van-Horn! Los cuatro náufragos, que llegaron a temer no volver a verse, se abrazaron estrechamente, mientras el chino, arrebatado de alegría, daba saltos por la estancia, como si estuviera loco.

El amigo Pérez y otros de diversas repúblicas exigieron copa en mano entrar en la confederación. ¡Hermanos, todos hermanos! Y se abrazaron con lágrimas de ternura, dando vivas a las tierras hispanoamericanas.

Estas observaciones y recuerdos duraron segundos nada más. Isidora gritó: «¡Tía, tía!». Apareció entonces la Sanguijuelera, y tía y sobrina se abrazaron y besaron. La joven callaba llorando; la anciana empezó a charlar desde el primer momento, porque no había situación en que pudiese guardar silencio, y antes se la viera muerta que muda.

Las copas me venían a la boca por docenas, como si quisieran ahogarme. Algunos se abrazaron a , mojándome el cuello con lágrimas de embriaguez.

Ricote y su hija salieron a recebirle: el padre con lágrimas y la hija con honestidad. No se abrazaron unos a otros, porque donde hay mucho amor no suele haber demasiada desenvoltura. Las dos bellezas juntas de don Gregorio y Ana Félix admiraron en particular a todos juntos los que presentes estaban.

Salieron corriendo su mujer, enferma, y las cuatro hijas, gritando como locas, y se abrazaron á él, intentando arrancarle la escopeta, tirando del cañón con ambas manos.

Nadie respondió. Silenciosamente se fueron acercando uno por uno á Velázquez y le abrazaron con emoción.

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