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Actualizado: 22 de junio de 2025
Soledad se hará mansa como una gatita mimosa y te querrá como á las niñas de sus ojos... El majo, que los recordó en aquel momento ¡tan negros, tan brillantes! sintió un estremecimiento de dicha y en un rapto de entusiasmo abrazó á la maga y quiso darle uno de los anillos que llevaba en los dedos; pero no aceptó el regalo; estaba contenta con descubrirle su buenaventura.
El Marqués le dio un abrazo que envidió un cura pequeño, paniaguado de la casa. Ripamilán estrechó la mano de don Fermín con cariño efusivo; y juntos pasaron al gabinete. Los tres canónigos se levantaron; la señora que parecía un fraile sonrió satisfecha y murmuró: ¡Ah, señor Provisor!...
Aquello era más poderoso que mi energía, y la fatalidad, en quien creo desde entonces, me arrojó en sus brazos. Apenas tuve tiempo de sentir el abrazo que respondió a mi impulso.
Dijo estas palabras acompañando a la recién venida, que ya se retiraba y que se negó tenazmente a hacer uso del carruaje. Ven, hija mía dijo la duquesa a su hija , ven, con permiso de tu maestra, a saludar a tu buena amiga. María no sabía qué pensar de lo que estaba viendo y oyendo. La niña abrazó a aquella que la duquesa llamaba su buena amiga.
La niña guardó silencio. Y que V. también me va queriendo a mí un poco, ¿no es verdad? Tampoco contestó. Vamos, dígame V. que sí... aunque sea mentira. Yo no digo mentiras manifestó la niña con voz dulce. ¿Entonces, no me quiere V.?... Tampoco digo eso. Miguel entusiasmado la abrazó. Pues yo te quiero, te quiero por lo hermosa y lo buena que eres...
Felicíteme usted, amigo de mi alma, y deme un gran abrazo, así, así, más apretado; más, más, porque me siento muy feliz, muy feliz.
Me tomó en brazos, me besó los ojos, abrazó a mi madre, luego montó a caballo, y nos dijo: «¡Hasta la vista!...» y partió. No volvimos a verle. Tres años duró esa guerra. El estaba en no sé qué Estado lejano, y nosotras nos quedamos esperando su vuelta. Un día recibió mi madre una carta. Mi padre nos llamaba.
Las medio rotas eran las menguadas, Las sanas las felices, y con esto Eran todas en todo apresuradas. Apolo luego con alegre gesto Abrazó á los soldados, que esperaba Para la alta ocasion que se ha propuesto. Y no de un mismo modo acariciaba A todos, porque alguna diferiencia Hacia con los que él mas se alegraba.
»La mañana siguiente, el látigo de un postillón resonó en el patio del castillo, y a poco se vio entrar un magnífico coche precedido y seguido de escuderos y picadores. Mi tío, de pie y rodeado de todos sus criados, recibió en la escalera a un joven a quien abrazó, conduciéndole luego al salón principal. En seguida me envió a decir que me esperaba.
Diole la mano el general, que con este nombre le llamaremos, que era un principal caballero valenciano; abrazó a don Quijote, diciéndole: -Este día señalaré yo con piedra blanca, por ser uno de los mejores que pienso llevar en mi vida, habiendo visto al señor don Quijote de la Mancha: tiempo y señal que nos muestra que en él se encierra y cifra todo el valor del andante caballería.
Palabra del Dia
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