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Actualizado: 2 de junio de 2025
Del primer resoplido, al morder el helado, fué éste con la copa hasta la mesa inmediata; y como el que ha tragado polvos de salbadera, Seturas escupía, se sonaba las narices y gritaba pidiendo agua, empeñado el iluso en que aquello abrasaba; y, por último, comenzó á estornudar ... ¡pero de qué modo!: cada estornudo era un cañonazo bajo los relucientes techos del café, acompañando á cada explosión una lluvia menuda que fué la delicia de los inmediatos parroquianos, durante las quince ó veinte veces que las mucosas de don Silvestre le dijeron «agua va». El estrépito duró un par de minutos.
Una noche, pues, ardiendo más en tales deseos, que con la fiebre que interiormente le abrasaba, sintió que se acercaba una como multitud de gente que hacía gran estruendo y ruido, y era una cuadrilla de demonios que huía de la iglesia maldiciendo aquel santo lugar y á los neófitos que en él se estaban disciplinando, y llegándose á su choza le dijeron: «Mira, mira cómo se azotan los indios; ¿no ves con cuánta razón te predicamos que no te dejes engañar de las patrañas de estos malvados?
La gente, tostada, con las ropas humeantes, retirábase a las inmediatas calles; los de los pisos bajos cerraban las puertas, huyendo de aquella atmósfera ardiente que abrasaba los ojos y esparcía por la piel intolerable picazón, y en los balcones las vidrieras se cerraban, y los cristales flojos, caldeados por el ambiente abrasador, saltaban con estrépito.
Combatenle fuegos dos, El uno humano y visible, El otro santo invisible, Que es luego de amor de Dios. Yo no sé á qual mas debia, Puesto que á los dos pagaba, Al que el cuerpo le abrasaba, O al que el alma le encendia. Los que estaban á mirarle, La ira ansi se les previerte, Que mueren por darle muerte, Y entretienense en matarle.
Comenzó á bullir la tierra y á levantarse, arrojando fuera una espesa y espantosa niebla que parecía se abrasaba todo el lugar y que allí estaba escondido y oculto un gran volcán de llamas.
Díjelas que sabía encantamientos y que era nigromante, que haría que pareciese que se hundía la casa y que se abrasaba, y otras cosas que ellas como buenas creedoras tragaron.
Unas veces creía sentir que le manoseaban el corazón y se lo estrujaban hasta no poder más; otras veces pensaba que se lo metían entre hielo, y allí lo tenía tiritando sin que valiesen de nada las pieles y franelas que le ponían sobre el pecho, hasta que por una brusca transición entraba en un horno encendido donde se abrasaba de tal suerte que hacía pedazos con sus manos crispadas cuanta ropa le habían echado antes encima; otras, en fin, sentía un animal que clavaba en él los dientes, produciéndole tan agudos dolores que no le dejaban fuerzas para gritar.
Ya sé cuál es el quehacer del conde... Una juerga me dijo Pepita por lo bajo. ¿Cree usted?... ¡Uf! Como si lo viera. Las señoras en coche y los hombres a pie, nos trasladamos todos al muelle, donde nos esperaba una espaciosa falúa entoldada, con cuatro remeros sentados a la proa. El calor en aquel sitio era estupendo. El reflejo de las piedras abrasaba el rostro.
Aquel sombrío vividor de insaciables apetitos, entregado a una crápula obscura y misteriosa, atravesaba el último torbellino de sus tempestuosos deseos. La virilidad, al sentir la cercanía de la vejez, antes de declararse vencida, ardía en él con más fuerza, y el poderoso jefe se abrasaba en el postrer destello de su animalidad exuberante. Era una puesta de sol que incendiaba su vida.
Tomé maquinalmente la mano que me tendía, una mano pequeña, fina y fresca, cuya frialdad me dio la noción de que la mía abrasaba. Estábamos tan cerca que distinguí con toda exactitud sus facciones y me espantó la idea de que a su vez debía verme como yo a ella. ¿Le hemos causado miedo? añadió.
Palabra del Dia
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