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Ni con aquel fantástico manejo se calentaban los malditos. Eran dos pedazos de hielo. En cambio, lo restante de don Roque ardía, se abrasaba. Sobre todo la cabeza alcanzaba una temperatura pasmosa, que iba cada vez en aumento. Cuando se llevó la mano a la frente creyó advertir que brotaba una llama azulada.

»¡Y todo este diálogo, con mucho más que no hay para qué reproducir, le sostenía yo para ir alejando el instante de fijar la vista en el papel, que me abrasaba las manos! Fuera de quien fuera, ¿qué más daba, si era la delación de mis delitos al juez que más me intimidaba en el mundo!

Eran ya las nueve, y la tierra abrasaba; el aire no se movía; las estrellas parecían más próximas según el fulgor vivísimo con que brillaban, y veíase entre las grandes y medianas mayor número, al parecer, de las pequeñitas, tantas, tantas que era como un polvo de plata esparcido sobre aquel azul intensísimo.

Vivía así en contacto con la llama que me abrasaba, al abrigo de las sensaciones más abrasadoras, envuelto, por decir así, en un ropaje de inocencia y de lealtad que la hacía invulnerable a los ardores que de partían como a las sospechas que de la sociedad podían emanar.

El efecto que hacía en nuestros cuerpos era el de una llamarada que los azotaba por todos lados: la cara se nos abrasaba como cuando nos asomamos a un horno encendido, y deshechos en sudor, nuestros cuerpos hervían, descomponiéndose la economía entera, desde el instante en que fuertes excitaciones del espíritu dejaban de sostenerla.

Lo que me abrasaba era pensar que estaba enamorada de Don Vela; lo que me quitaba el juicio era imaginar la conformidad de sus voluntades; pero en viendo que estaba forzada, violentada, afligida, que le afeaba, que le ponía defectos, que maldecía á su madre, que infamaba á Gerarda, que quería más á Celia, y que me llamaba su verdad, su pensamiento, su dueño y su amor primero, así se me quitó del alma aquel grave peso que me oprimía, que vían otras cosas mis ojos, y escuchaban otras palabras mis oídos, de suerte que cuando llegó la hora de partirse, no sólo no me pesó, pero ya lo deseaba

Al cabo de un rato se encontró frente á su casa. Quedó un instante inmóvil y se llevó la mano á la frente cual si tratase de ordenar sus ideas diseminadas. Había allí dentro algo que le abrasaba mucho más que el bárbaro golpe de la espalda, cuyo cardenal le quedó impreso largo tiempo.

Abrasaba la arena del cauce; el aire, encajonado entre los pretiles, no se conmovía con la más leve ráfaga. En este ambiente cálido y pegajoso, el sol, cayendo de plano, pinchaba la piel y abrasaba los labios. El gitano avanzó algunos pasos hacia Batiste, ofreciéndole el extremo de la cuerda como una toma de posesión: Ni lo de usted ni lo mío.

Por este cuadriculado del suelo corría el hierro líquido al salir de los hornos, tomando la forma de lingotes. La tierra ardía, obligando al doctor á mover continuamente los pies. Los gruesos muros de los hornos irradiaban un calor sofocante que abrasaba la piel. El ingeniero, habituado á esta temperatura, describía con gran calma la función de los altos hornos.

Y este espanto del familiar no era por que le pareciese mentirosa doña Guiomar, que él la hubiera creído aunque ella le hubiera dicho que no había venido al mundo por medio de mujer, sino caída de una estrella; pero espantábale el ver que su castidad iba más y más desmoronándose y deshaciéndose, y que el diablillo del amor con más y más fuerza le abrasaba el alma.