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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Separadamente había un papel, donde el Vizconde leyó estas palabras: Antes de que vengas a verme y antes de que tu alma llegue a unirse en estrecho lazo con la mía, quiero que la conozcas bien y que penetres en los abismos que en ella hay. Hasta el día en que te fuiste de Río, nadie mejor que tú conoce mi vida. Después han sobrevenido en ella sucesos que profundamente la modifican.
Ruge la selva; uno tras otro caen los viejos árboles gigantescos y ruedan al fondo de los abismos, y cuando Calendal desciende, ya no queda ni un cedro en la montaña... Después de todo y como premio de tales hazañas, el pescador de anchoas obtiene el amor de Estérelle, y es nombrado cónsul por los habitantes de Cassis. Tal es la historia de Calendal. Pero, ¿qué importa Calendal?
Á veces me habla V. del sol y de lo grande que es y de cómo atrae á los planetas y cometas; y á veces me describe los abismos del cielo, y me señala las más hermosas estrellas, y me declara sus nombres y la inmensa distancia á que están de nosotros, y el tiempo que tardan los rayos alados de su luz en herir nuestras pupilas.
Reúne, llama a todo el mundo, Carlos dijo solemnemente, para que todos sepan que te he sacado de los abismos de la iniquidad y de la compañía de los cerdos y de las mujeres perdidas, y mándales que coman, beban y se regocijen. No sé si el anciano tenía para esto otro motivo, no analizado todavía.
Pueda también comprender, lo que es para mí una verdad indiscutible, que este don, ante todo, tiene por objeto conservar el alma de la madre en estado de gracia y librarla de los abismos profundos del pecado en que de otro modo Satanás la hubiera hundido.
Pidió una silla. Se sentó al lado del enfermo y por primera vez vio lo que tenía delante; un rostro pálido, avellanado, todo huesos y pellejo que parecía pergamino claro. Los ojos de Guimarán tenían una humedad reluciente, estaban muy abiertos, miraban a los abismos de ideas en que se perdía aquel cerebro enfermo, y parecían dos ventanas a que se asomaba el asombro mudo.
Los vientos se estremecían en los bosques o gruñían en los abismos, y en voz impetuosa se confundían en las profundidades de la montaña, con el sonido grave del toque a rebato, el tumulto de la cascada y el estruendo del trueno.
Hasta donde el fondo de la inmensa ranura tiene inclinación regular, se diferencia la superficie del ventisquero de la corriente igual del río. El roce del hielo contra los bordes no la riza en ondas semejantes á las de la ola en la ribera, sino que la quiebra y la parte en grietas que se cruzan en un laberinto de abismos.
«Allá me decía , la llanura abierta, los campos amenos, el sol radiante, los frutos, las flores, la égloga, el idilio de la vida; aquí, la bravura salvaje, la lobreguez de los abismos, el silencio mortal de los páramos, la inclemencia de la soledad; allí, el hombre, rey y señor de la tierra fértil; aquí, siervo infeliz, sabandija miserable de sus riscos escarpados y de sus moles infecundas.» Y me sentí invadido de una profunda tristeza.
»No, no le dije: esa alma tan noble y pura debe permanecer aún sobre la tierra; es nuestra, nos pertenece. »Sí, tienes razón me contestó, entusiasmado; esa alma es tuya, tuya... Porque sólo tú puedes elevarla hasta el cielo o hundirla en los abismos; sólo tú puedes hacerme dichoso o quitarme la vida. ¡Oh, Juanita!
Palabra del Dia
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