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Actualizado: 4 de junio de 2025
En suma, el mensajero inglés me amonestó para que abandonase mi empeño absurdo, del cual sólo podría originarse la perturbación de la paz doméstica en el seno de una honrada y nobilísima familia. No he de negarte aquí que el discurso de aquel mensajero inglés me revolvió ferozmente la bilis: estuvo a punto de restaurar en mí las bizarrías de mis verdes años y mis arrestos de chula.
¡Cuánto agradezco que haya usted venido!... Temblaba ante la idea de pasar sola estas horas de la noche. ¡Me aburro tanto aquí!... Por eso le supliqué hoy, cuando nos separamos, que no me abandonase... Y al decir esto tomó una mano de Watson, contemplándole al mismo tiempo con ojos acariciadores.
Aprobó Fernando todo cuanto ella quiso pedirle, y sólo así pudo conseguir que abandonase la ventana, estrechamente abrazada a él, contemplándolo con admiración. ¿De veras que morirías por mí?... Repítelo viejito rico, que yo lo oiga... Dilo otra vez, mi negro. La gratitud perduró en Nélida gran parte de la noche.
Además, podía llevarse todos sus libros; pero era preciso que abandonase la casa cuanto antes. Y el personaje, sacando su cartera para entregar tres billetes de mil pesetas, no sin antes invitar a Maltrana a que firmase un recibo, obsequió al joven con un nuevo discurso empedrado de buenos consejos. Había que acometer de frente la vida. La vida es seria; la vida no es un juego, joven amigo.
El era un hombre y no podía tolerar que aquella mujer le abandonase en un arranque de abnegación, por devolverle la tranquilidad de la familia, la calma dentro de su casa, la sonrisa satisfecha de su madre.
Luego miró á su amigo con una extrañeza dolorosa. ¿Solo?... ¿Cómo se atrevía á proponerle que abandonase á Elena?... Prefería morir, pues de este modo se libraba del sufrimiento de pensar á todas horas en la suerte de ella. Como Robledo estaba irritado, y en tal caso, siempre que alguien se oponía á sus deseos, era de un carácter impetuoso, exclamó irónicamente: ¡Tu Elena!... Tu Elena es...
Sin embargo, varias veces se había pensado en darle un disgusto serio para que se convirtiera o abandonase el pueblo. Esto dependía del mayor o menor celo apostólico de los obispos. Este recibió la noticia en el Casino todavía iba al Casino entonces . Una sonrisa angelical se dibujó en su rostro: así debió de sonreír el griego que dijo: pega, pero escucha.
También Ana prefería aquel modus vivendi; no quería volver a las andadas, temía que viniesen la compasión y los remordimientos y las aprensiones a molestarla y al fin hacerla caer enferma, si por completo rompía con el Provisor. «Me conozco, pensaba; sé que, después de todo, le tengo cierto cariño, y si abandonase su amistad, una voz insufrible me había de estar gritando siempre en favor suyo.
Maltrana, instintivamente, se abalanzó a la enferma, besándola repetidas veces, sin hacer caso de la extrañeza de Feli, que pugnaba por reunir sus recuerdos. La gitana, ayudada por su compañera, confeccionó en la cocina su famosa infusión, de la que hizo beber varias tazas a la enferma. Viendo tranquila a Feli, se fueron las dos viejas, recomendándola que no abandonase el lecho.
Se lanzaron á viajar por el mundo. Ella exigió que Lionel abandonase el arte cinematográfico. Más adelante, ¿quién sabe?... Un hombre célebre se debe á su celebridad. Pero, por el momento, «El rey de las praderas» debía ser para ella únicamente. La vida conyugal no le trajo ninguna decepción. El célebre Gould fué, al mismo tiempo, un marido enamorado y un servidor respetuoso.
Palabra del Dia
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