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Al entrar a la ciudad por la Puerta del Puente, uno de los guardas le dijo: Vuestra merced llega tarde. Ya se llevaron al agüelo. Don Íñigo había sido enterrado la víspera. Cuando el mancebo penetró en las cuadras que habitaba el anciano, pareciole, a los primeros pasos, que no podría seguir adelante, tal era la hediondez que flotaba en el confinado ambiente.

Que antes que todo es mi dama. Entonces acude Lisardo corriendo y toma bajo su protección á la afligida Clara, declarando que él es su esposo. Poco después llegan Félix y Laura, y Don Iñigo persigue á ésta con la espada desenvainada, vociferando: .............. De mi casa No ha de llevar á mi hija Quien su esposo no se llama.

De que realmente haya existido no hay la menor duda, puesto que en el informe sobre construccion de una nueva capilla real escrito en 1644 para ser presentado al rey D. Felipe III, se dice hablando de este sitio: «No se pretende mudar de lo que labraron los árabes, pues ya se hizo la mudanza en tiempo de D. Iñigo Manrique, demoliendo una de las tres capillas que tenian en este sitio los árabesLos árabes pues tenian tres capillas, interceptando la del medio la nave central: hoy en las mezquitas de Africa y Asia solo se ve una, á un lado de esta misma nave, y en la posicion que ocupa la que acabamos de describir tan prolijamente.

Su primer pensamiento, al levantarse, fue irle a pasear la calle a la doncella. Consideró que las personas que venían todos los días a dar el pésame por la muerte de don Íñigo le ocuparían la tarde. Era menester escapar. A la una comenzó a engalanarse.

Francisco Enrique. Orejón. Simón, florentino. Montes de Oca. Tomaso, italiano. Íñigo Hurtado. Francisco de Casale. Nicolo de Casale. Lope de Figueroa. Juan Bautista Doria, genovés. Antonio de Olivera. Monsalve. Coroneles, Quirico Spínola. Diego de Ávalos. Capitanes, Álvaro de Sande, sobrino del General. Alonso de Hita. Jerónimo Imperatore. Aquilante de Castillo. Andrea Grifo. Antón Cicala.

Véase la lámina Iglesia de S. Lorenzo. Véase la nota de la pág. 349 en sus últimos párrafos. Véase en la lámina de Detalles correspondiente el Roseton de S. Miguel. Esta torre fué edificada por el obispo D. Iñigo Manrique, comenzada segun tradicion en 1494, y terminada, segun la inscripcion gótica que se puso en ella, en 1496.

Seguidamente, uno y otro, se dirigieron al estrado. Ya un crecido número de visitas rodeaba a don Íñigo. Don Pedro de Valderrábano, hidalgo viejo y socarrón, se paseaba solo, observando maquinalmente los muebles y mirando las figuras de los tapices. Otros señores hablaban, en pie, junto a las vidrieras, por donde entraba una luz opaca y mortecina.

Murieron en ellas el Alférez Gil de Oli y el Alférez Sebastián Hurtado y otro Alférez que se decía Iñigo de Soto, peleando como muy buenos soldados. Aunque en las demás no se peleó, no por eso dejaron de matar los turcos mucha gente en ellas, paresciéndoles que no era vitoria si no la ensangrentasen. Á Flaminio, General del Papa, mató una bala de artillería.

Se hizo la concordia entre los señores Duque de Medina y Marqués de Cadiz, la cual hizo D. Iñigo López de Mendoza Conde de Tendilla, al cual le dió la Ciudad 7000 maravedises por las costas y gastos que había hecho y 53000 á Alfonso de Velasco por los mismos que hizo en los días que estuvieron en su lugar de Marchenilla los dichos señores y otras personas tratando de la paz.

Don Félix se queda solo en el teatro, y viene un criado á anunciarle que Lisardo está peleando con los alguaciles; y, cuando Don Félix se propone salir volando á su socorro, aparece Doña Clara pidiéndole protección contra su hermano, que intenta matarla por su entrevista nocturna con Lisardo; vacila entre socorrer á su amigo ó á su dama, cuando se presenta Don Antonio, y se empeña en levantar el velo de Doña Clara; Don Félix no lo consiente, porque así se lo manda su deber de caballero, y relucen de nuevo las espadas; pero entonces oye, desde la casa de Don Iñigo, las voces de socorro de Laura, á quien su padre, furioso, amenaza con un puñal, y acude á ella corriendo, no sin decir antes lo que sigue: Bien que mi obligación Es valeros, bella Clara, Porque de os amparásteis; Bien que en esta demanda, Mi obligación, Don Antonio, Es no volveros la espalda; Bien , Lisardo, que sois Mi amigo, y que os hago falta; Mas mi amigo, mi enemigo, Y la dama que se ampara De , todos me perdonen.