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Actualizado: 27 de julio de 2025
Don Félix se queda solo en el teatro, y viene un criado á anunciarle que Lisardo está peleando con los alguaciles; y, cuando Don Félix se propone salir volando á su socorro, aparece Doña Clara pidiéndole protección contra su hermano, que intenta matarla por su entrevista nocturna con Lisardo; vacila entre socorrer á su amigo ó á su dama, cuando se presenta Don Antonio, y se empeña en levantar el velo de Doña Clara; Don Félix no lo consiente, porque así se lo manda su deber de caballero, y relucen de nuevo las espadas; pero entonces oye, desde la casa de Don Iñigo, las voces de socorro de Laura, á quien su padre, furioso, amenaza con un puñal, y acude á ella corriendo, no sin decir antes lo que sigue: Bien sé que mi obligación Es valeros, bella Clara, Porque de mí os amparásteis; Bien sé que en esta demanda, Mi obligación, Don Antonio, Es no volveros la espalda; Bien sé, Lisardo, que sois Mi amigo, y que os hago falta; Mas mi amigo, mi enemigo, Y la dama que se ampara De mí, todos me perdonen.
Y en cuanto a lo que decís del hilo que necesitáis para salir del laberinto en que os encontráis perdido, dígoos que bien podéis valeros del hilo de oro que tenéis en las manos, y él os sacará a buen puerto. ¿Pero no sabéis, hermosa señora mía, contestó Cervantes, que el hilo de oro, cuanto más rico es, por no tener mezcla de ningún otro metal, es más quebradizo?
Palabra del Dia
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