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DOÑA MATILDE. En efecto ... siéntese usted, siéntese usted. DON EDUARDO. Es que temería.... DOÑA MATILDE. No, no; siéntese usted ... y como iba diciendo allí fué donde pasó toda su trágica historia, que tengo bien presente. Más la tengo yo, que la leí anoche de cabo a rabo. DOÑA MATILDE. ¡Y aquella madre señor, aquella madre tan cruel que se empeñó en que su hija había de ser rica!

DOÑA MATILDE. Será culpa del fuelle. DON EDUARDO. Mira cómo se va el aire por los lados. DOÑA MATILDE. ¡Ay! que no puedo más. DON EDUARDO. Vaya, se conoce que éste es el primer brasero que enciendes en tu vida ... dame, dame el fuelle. DOÑA MATILDE. Tómale enhorabuena ... y despáchate, por Dios, que me siento muy débil. DON EDUARDO. Ya lo creo; no cenaste anoche.

Me voy, me voy a mi cuarto ... a suspirar ... a llorar ... a ponerme un vestido blanco.... Ven también Bruno ... y el pelo a la Malibrán.... ¡Oh, y qué crisis!... Allí esperaré a que mi padre me llame.... ¡La crisis de mi vida! ... porque siempre me llama en tales casos ... ánimo Eduardo ... valor ... resignación ... si habrá planchado anoche la Juana mi collereta a la María Estuardo ... sobre todo confianza en mi eterno cariño.

DON EDUARDO. ¡Bendita vecina!... por ella nos escapamos anoche sin un chichón cada uno cuando menos, y a fe que hubiera sido de mal agüero. DOÑA MATILDE. Ya empieza a hervir el agua. DON EDUARDO. Y también deduzco del gesto que hiciste involuntariamente al entrar yo con la luz y recorrer con la vista el cuarto en que te hallabas, que te sorprendió en gran manera su pelaje.

BRUNO. Si estaba desde anoche como si tuviera hormiguillo ... y aunque no descosía sus labios, se le conocía a la legua que ... pero voy a abrirle. DOÑA MATILDE. , corre, despáchate, ¿adonde vas? por allí está la escalera.

BRUNO. Sin contar que el día menos pensado nos va a dar usted un susto con la luz y la cortina. DOÑA MATILDE. Mira, Bruno, que estás muy pesado. BRUNO. Siempre las verdades pesan, señorita, amargan y se indigestan. DOÑA MATILDE. Qué disparate, sino que anoche cabalmente ni siquiera hojeé un libro. Buena estaba yo para lecturas. BRUNO. ¿Estuvo usted mala, eh?