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Sábete que yo conozco las mañas de los toros bravos como las de los toros marrajos. María se echó a llorar. dijo Pepe , suelta el trapo, que ese es el Refugium peccatorum de las mujeres.

Ogenio replica Antón, me ofendes. Que te digo que no quieres vender. ¡Que mal rayo me parta si he venío á otra cosa á la feria! Y sábete que por ese dinero ya no tendría en casa los novillos hace una semana, si los hubiera querido vender...; pero hoy por ser pa ti.... Pos yo no doy por ellos más que veinticinco doblones. no quieres comprar, Ogenio.

Dime con quién andas, hijo, y diréte quién eres; cada oveja con su pareja; sábete, hijo, que de la mano a la boca se pierde la sopa.

Fiéle mi pena á un Arabe viejo, el qual me dixo: Hijo mio, no te desesperes; sábete que en tiempos antiguos habia un grano de arena que se dolia de ser un átomo desconocido en un desierto; andando años, se convirtió en diamante, y es hoy el mas precioso joyel de la corona del rey de las Indias. Dióme tanto golpe esta respuesta, que siendo grano de arena me determiné á volverme diamante.

-Sábete, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que la vida de los caballeros andantes está sujeta a mil peligros y desventuras; y, ni más ni menos, está en potencia propincua de ser los caballeros andantes reyes y emperadores, como lo ha mostrado la experiencia en muchos y diversos caballeros, de cuyas historias yo tengo entera noticia.

-Mal cristiano eres, Sancho -dijo, oyendo esto, don Quijote-, porque nunca olvidas la injuria que una vez te han hecho; pues sábete que es de pechos nobles y generosos no hacer caso de niñerías. ¿Qué pie sacaste cojo, qué costilla quebrada, qué cabeza rota, para que no se te olvide aquella burla?

Sábete que la fortaleza de Camila está ya rendida y sujeta a todo aquello que yo quisiere hacer della; y si he tardado en descubrirte esta verdad, ha sido por ver si era algún liviano antojo suyo, o si lo hacía por probarme y ver si eran con propósito firme tratados los amores que, con tu licencia, con ella he comenzado.

Sábete, Vizconde, si ya no lo sabes, que mi madre se llamaba la Pascuala, celebradísima como única en el cante gitano y en bailar el vito. Siendo yo muy niña todavía, me dejó huérfana y menesterosa. Bien sabe el diablo cómo después me he criado y he crecido. Nada debo a España.

Pues sábete, Cara y Media dijo María abriendo la mano, y poniéndola delante de su nariz , que he de vivir cien años, para que rabies, y hacer que tu nariz roma se ponga tamaña.

Pues bien replicó el Sultán , sábete, amable Abu-el-Casín, que me voy enamorando de ese precioso Ben-Farding, y me desvivo por tenerle ya ante mis ojos. Toma una manga de cincuenta y cinco ganapanes y otra de setenta aljameles de los que portean cal y canto a las murallas que ahora edifico en Fajalans, y que me lo traigan aquí al punto, en el instante, dirigiendo mismo la maniobra.