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A la segunda jornada se atolláron en pantanos dos carneros, y pereciéron con la carga que llevaban; otros dos se muriéron de cansancio algunos dias despues; luego pereciéron de hambre de siete á ocho en un desierto; de allí á algunos dias se cayéron otros en unas simas: por fin á los cien dias de viage no les quedáron mas que dos carneros.

29 Sus tiendas y sus ganados tomarán; sus cortinas, y todos sus vasos, y sus camellos, tomarán para ; y llamarán contra ellos miedo alrededor. 30 Huid, idos muy lejos, meteos en simas para estar, oh moradores de Hazor, dijo el SE

En algunas de estas simas se sentía el viento, que movía las florecillas de la entrada; en otras se oía claramente el estrépito de las olas. Saltábamos de peña en peña, y solíamos avanzar hasta los peñascos más lejanos; pero cuando comenzaba a subir la marea teníamos que correr, huyendo de las olas, y a veces descalzarnos y meternos en el agua.

El viaje es penoso y parece largo á causa del temor á lo desconocido que llena las simas y las galerías. En ciertos parajes, sólo se puede avanzar con mucha pena: es preciso entrar en el cauce de la corriente y tenerse en equilibrio sobre las piedras resbaladizas; más lejos, la bóveda se rebaja por una curva repentina, y sólo deja un estrecho paso, que es preciso atravesar arrastrándose.

Escribanos de Andalucía abandonaban sus protocolos para transformarse en descubridores; mercaderes amagados de ruina huían de la lonja para comprar un barco con el resto de su fortuna y lanzarse a lo desconocido. ¡Qué de catástrofes ignoradas en esta lucha con el misterio geográfico, sin más guías que la fe y la santa ignorancia! ¡Qué de buques descendidos a las simas oceánicas cuando regresaban con noticias de tierras nuevas que había que volver a descubrir años después!...

Creyó morir desmenuzado, hecho polvo sobre aquel cuerpo que le agarrotaba, absorbiéndole con la fiera voracidad de esas simas lóbregas donde desaparecen de un golpe los torrentes sin dejar una gota de su avalancha tumultuosa. Y desfalleciendo sus sentidos en aquel tembloroso ofuscamiento, cerró los ojos.

Ora llegaba hasta la espumante cresta de una ola gigantesca, donde se sostenía por un milagro de equilibrio, parecida a un pájaro marino; ora caía con rapidez vertiginosa en abismos insondables, verdaderas simas negras y sin fondo, que a cada momento amenazaban tragársela, pero de donde salía como una flecha para volver a montar en la cresta de otra ola.

Contaba con que su madre había de poner tachas a Luz tan pronto como conociera de qué tronco procedía, porque las tachas de este linaje eran la manía de la obcecada señora; pero en aquellas palabras, en aquella actitud, en la angustia bien visible de su padre, había mucho más que un resabio que se vence con la reflexión y la fuerza del cariño: había escollos infranqueables, simas negras en que ya se vela precipitado el pobre chico con la carga dulcísima de sus primaverales ilusiones.

Los Españoles han tenido una confusa idea de este pais, que han llamado El Dorado; y un Inglés, nombrado el caballero Raleigh, llegó aquí cerca unos cien años hace; mas como estamos rodeados de intransitables breñas y simas espantosas, siempre hemos vivido exentos de la rapacidad europea, que con la insaciable sed que los atormenta de las piedras y el lodo de nuestra tierra, hubieran acabado con todos nosotros sin dexar uno vivo.

Algunos exploradores han bajado á esas simas para medir su espesor y estudiar la temperatura y la composición de los hielos profundos. Han podido hacerlo algunas veces sin mucho peligro, penetrando lateralmente en las hendiduras por los rebordes de las rocas que sirven de ribazo á esos ríos de hielo.