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Algo influyó donna Olimpia en la renaciente cultura de los abisinios, y de ello con razón se jactaba. Censuró y condenó las muy frecuentes borracheras de onfacomeli, bebida de que se abusaba mucho en Abisinia, y de cuya composición, tal como la explica el diccionario de la Real Academia Española, tantos donaires y chistes acertó a decir nuestro amigo don Manuel Silvela.

Rosell, el docto Rosell, cuya prosa sólo puede rivalizar con sus versos; Escosura, siempre elocuente en sus escritos, siempre chistoso en su conversacion, siempre benévolo con la juventud de que eternamente formará parte; Arteche, el severo, inimitable historiador de la Guerra de la Independencia, el narrador ameno de la vida de Un soldado español de veinte siglos; Valera, el naturalmente correcto autor de Pepita Gimenez; Campoamor, el que hasta nombre ha tenido que inventar para su poesía, tan singular y extraña como avasalladora del ánimo y de la atencion; Oliván, el hablista rival de Cervantes y de Moratin, el que posee en su pluma una varita mágica que hace brotar poéticas flores sobre los problemas económicos y sobre las leyes agrícolas; Balart, el ingenioso crítico que vuelve sobre su olvidada pluma para terror de los poetas chirles, para regocijo de los que arrancan un elogio á su censura severa y sana; Canalejas, el ameno preceptista; Selgas, el incansable rebuscador de retruécanos y paradojas, el terrible censor de las modernas costumbres; Nuñez de Arce, el viril cantor de las angustias de la patria; Silvela, el fino y cáustico Velisla; Frontaura, el ingeniosísimo retratista del pueblo; Luis Guerra, el biógrafo, el vengador del autor insigne de La verdad sospechosa; Castro y Serrano, el que fué á Suez sin moverse de Madrid, el que escribió las Cartas trascendentales, y La Capitana Coock y Las Estanqueras; Alarcon, el Testigo de la guerra de África, el viajero De Madrid á Nápoles... Mil más que convierten el grupo de los escritores que tienen ya basada en sólido cimiento su reputacion, en un inmenso océano de cabezas.

Según muchos políticos y estadistas españoles, entre los cuales cita el Sr. Merchán á D. Francisco Silvela, en un discurso que pronunció en el Congreso el 12 de Febrero del año pasado, Cuba, desde hace tiempo, es una carga para España. Contra esto se encoleriza extraordinariamente el Sr. Merchán y siente herida su vanidad de cubano.