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Apenas entrado en su despacho, comprueba que un servido de café de antiguo Rouen ha desaparecido. Se encoleriza y llama. Al cabo de algunos minutos aparece un ayuda de cámara, con tipo de viejo golfo, cano, delgado, calvo, con la nariz demasiado larga, con la boca desdentada y con pinta de borracho empedernido. ERNESTO. En primer lugar, te prohibo que me tutees...

Llama, por último, á Rodrigo, que se encoleriza observando la preferencia que su padre ha dado á sus hermanos más jóvenes, y cuando estrecha también su mano, exclama colérico que le daría un bofetón si no fuera su padre. «Ya no fuera la primerale contesta Don Diego; demuestra su alegría en un fogoso discurso al ser testigo del varonil orgullo de su hijo, y le encarga que vengue el insulto hecho á su honor.

De repente se oye ruido en el aposento inmediato; el anciano quiere averiguar lo que es, y la angustia de Laura es mortal sabiendo que Don Félix está allí escondido: para evitar las consecuencias, declara á su padre que le ha dado en secreto palabra de casamiento. Aunque es grande la sorpresa de Don Iñigo al oirlo, no se encoleriza al cabo, puesto que no podrá desear otro yerno más simpático.

Según muchos políticos y estadistas españoles, entre los cuales cita el Sr. Merchán á D. Francisco Silvela, en un discurso que pronunció en el Congreso el 12 de Febrero del año pasado, Cuba, desde hace tiempo, es una carga para España. Contra esto se encoleriza extraordinariamente el Sr. Merchán y siente herida su vanidad de cubano.

Don Iñigo, receloso y resuelto á pelear, acude á una cita, que se le da en compañía de Don Antonio; Lisardo le cuenta que él no es Don Félix, y las circunstancias, que le obligaron á tomar su nombre; añade, que, estando de visita en casa de Clara, huyó de ella refugiándose en la de Don Iñigo; pero el anciano se encoleriza, y califica de agravio ese yerro; Antonio saca también su espada para vengar en Lisardo la visita secreta hecha á su hermana; Don Félix, que asiste escondido á esta escena, sale también para socorrer á su amigo, y el combate se hubiera llevado á efecto, á no sobrevenir mucha gente que obligara á los combatientes á retirarse.

En sueños se le aparece una estatua gigantesca con la cabeza de oro, que llega hasta el cielo; pero de repente un poder misterioso la derriba en el suelo. Despierta y llama á sus adivinos, para que le expliquen su sueño, pero ninguno sabe hacerlo, por cuya razón se encoleriza y los manda decapitar.