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Desencadenábase sobre al llegar á los viñedos de Saint-Georges, y á la landa del promontorio que trepaba primero, y aumentaba su fuerza en la gran playa circular de Royan que yo seguía. A pesar de estar en el mes de octubre, la landa conservaba sus perfumes agrestes, que á cada instante me parecían más penetrantes.

Sus caras mitades, asaz interesadas con el forastero y en todos los tránsitos de la vida ordinaria, en las grandes ocasiones, preciso es confesarlo, demostraban un corazón de rey, magnánimo y generoso. Las de Saint-Georges suministraban cuantos trapos poseían para las hilas de los heridos de Solferino.

En poco tiempo, todo terminó por la parte de tierra; cesó la brisa, disolviéndose en tintas grises, reinando sin obstáculo desde aquel momento los vientos superiores. Al llegar yo á los viñedos de Vallière, cerca de Saint-Georges, gran número de personas estaban en los campos, terminando á toda prisa sus faenas, pues creían no poder trabajar en muchos días.

Hablo del puertecito de Saint-Georges, junto á Royan, en la desembocadura del Gironde. Allí habían transcurrido cinco meses de mi existencia en completa calma, sumido en la meditación, interrogando mi corazón, y buscando responder al asunto que traté en 1859, asunto tan delicado, tan grave.

Royan es un pueblecito de recreo adonde acuden gentes de toda la Gascuña. Su bahía y la de Saint-Georges disfrutan del espectáculo gratuito que dan los marsuinos al entregarse alegremente á la caza de los bañistas en pleno río, zambulléndose y dando saltos fuera del agua hasta la altura de cinco ó seis pies.

Las dos playas semicirculares de Royan y de Saint-Georges, con su fina arena, constituyen para los pies delicados el más suave paseo, que se prolonga sin cansancio por el sendero de pinos que alegran la duna con su verdor. Los magníficos promontorios que separan esas playas y las landas del interior, envían, aun á lo lejos, salutíferas emanaciones.

Si no está muy conmovido, de mal humor, me aventuro á interrogarle, y se digna contestarme. ¡Cuántas cosas nos hemos comunicado durante los tranquilos meses en que la muchedumbre se ausenta á las ilimitadas playas de Scheveningen y de Ostende, de Royan y de Saint-Georges! Entonces se establece cierta intimidad merced á las prolongadas conversaciones tenidas á solas.

Poco les bastó para vivir á los célebres amantes: adoptaron el sobrio y solitario régimen de Robinsón, comida de viernes. En dirección del Mediodía se encuentran algunos lugares más civilizados, agradables y deliciosos, tales como Pornic, Royan y Saint-Georges, Arcachón, etc. Ya he mentado en otra ocasión Saint-Georges, la dulce playa de los olores amargos.