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Hoy hemos dicho que apenas se concibe un barco de vela; sin embargo, nuestro convencimiento en contrario era tan perfecto, como que el día diez y seis sólo habíamos andado doce millas. ¡Y nos faltaban ciento veinte! Indudablemente los barcos de vela quedarán relegados únicamente para el uso de los pescadores de caña y los jugadores al dominó.

Pero estos apellidos históricos, si no están sostenidos por la fortuna, que ejerce una influencia avasalladora, se ven relegados al olvido, al ostracismo social. Así, pues, para brillar, no basta el apellido histórico; hace falta el dinero.

En la reducción de Mindanao, necesítase por parte de los encargados de asegurar su dominio, una gran dósis de desinteresado patriotismo, extraordinaria energía y conocimiento de aquellos ardides de la guerra, que aunque anticuados y relegados al olvido por el tecnicismo moderno, tan admirablemente se adaptan para combatir con ventaja á la clase de enemigo con que allí se lucha.

Las religiones lo emparentaban con el diablo, viendo en la riqueza una tentación. El hombre perfecto era en todos los pueblos el asceta roído por la miseria, insensible a las grandezas terrenales. Multiplicar el oro se tenía por empresa de mercaderes, relegados a las últimas capas de la sociedad.

Estos tiempos no eran para los caballeros; les habían declarado la guerra, se cometían toda clase de injusticias para mantenerlos relegados. Jaime gozaba de cierta popularidad en las sociedades y cafés de Barcelona y Valencia donde había juegos de azar.

Para tener una idea exacta de la casita de Milly, donde mi madre y nosotros nos encontrábamos relegados en invierno como en verano, puede verse la descripción hecha en mis Confidencias y la composición poética titulada La tierra natal.

Mi tía Medea había hecho acto de generosidad con los pobres, repartiendo las ropas de mi padre; la vieja alfombra había desaparecido; las baldosas contribuían a aumentar lo triste de la escena con su frialdad glacial; mis buenos grabados ingleses ya no estaban tampoco; algunos fragmentos de mis juguetes habían sido relegados a un rincón de la habitación; entré en la sala y vi con júbilo que el retrato de mi madre estaba allí y que mi tío había dispuesto que lo condujesen a su casa.

Hoy todo reluce en él y no se deja que el menor polvo de la víspera empañe ningún objeto, desde la franja de mosaico de encina que rodea la alfombra, hasta el fusil, los látigos y los bastones del viejo squire, escalonados en las astas del ciervo encima de las campanas de la chimenea. Todos los otros atributos de sport y de ocupaciones exteriores habían sido relegados por Nancy a otra pieza.