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Porque diabólica era ciertamente la claridad e insistencia conque surgían en su mente todos los argumentos negativos de su derecho. Ella quería rechazarlos, y ellos crecían fortaleciéndose, vestidos con la inmaculada vestidura de lo evidente. , su tío el Canónigo era tonto. ¿No podía dar ella mil testimonios de sus necias credulidades?

Dicho esto, puso sus ojos fieros en los de su hermano tristes y serenos; le envolvió en una mirada aterradora y le apretó con más fuerza el brazo, diciendo: Oye , si me sacas de esta cama, si me sacas de Pamplona y me pones en salvo en Huarte Araquil o en Oricaín y me das un caballo, te juro que se acabará el odio que te tengo y serás mi hermano querido, y daré una interpretación buena a tus cuidados, agradeciéndolos en vez de rechazarlos.

Por la parte superior de la poblacion, bajo el cañon de Guamapata, se habian ya internado hasta la calle de las casas del licenciado Mogrovejo, y cuando pensaba Orellana en los medios de resistirlos y rechazarlos, como lo consiguió en poco rato, se le dió aviso de que otros entraban por la calle principal, y revolviendo sobre ellos para oponerse, los atacó valerosamente, y les hizo perder el terreno que habian adelantado.

¿De qué medios se valieron los propagadores del cristianismo? De la predicacion y del ejemplo confirmados por milagros. Estos milagros, la crítica mas escrupulosa no puede rechazarlos; que si los rechaza, poco importa, pues entónces confiesa el mayor de los milagros, que es la conversion del mundo sin milagros.

Al primer choque murieron dos ó tres de los mas osados, y recobradas animosamente las tropas de Orellana, estimuladas por el ejemplo de valor que les dieron el capitan de caballeria, el cacique D. Andres Calisaya, el teniente de fusileros, D. Martin Cea, y su hijo D. Felipe, cargaron sobre los demas y lograron rechazarlos hasta fuera de la poblacion, matando á muchos en el alcance, en tanto que Orellana se dirigió á socorrer la trinchera de Santa Rosa, que defendia con valeroso teson el alferez de fusileros, D. Juan Cáceres.

Cargólos el enemigo, advirtiendo estaban separados é indefensos, y logró egercer en ellos sus acostumbradas crueldades matando muchos hombres, mugeres y niños, y apoderándose tambien de la mayor parte de sus pobres equipages, continuando de este modo en picar la retirada hasta Vilcanota, término del vireinato de Buenos Aires; en cuyas inmediaciones acometieron á los nuestros con tanto denuedo, y con un aire de confianza, que cuando menos pensaban conseguir la ventaja de hacerse dueños de los ganados y bagaje: pero como no pasaban de 1,000, fué fácil rechazarlos y frustrar sus designios.

Pero conociendo que por aquel medio eran inutiles sus diligencias, intentaron minarlo, sufriendo un fuego continuo, que se les hizo desde el castillo: á pesar del que, hubieran conseguido su intento, sino sale á socorrerle con un piquete el ayudante mayor, D. Francisco Castillo, reforzado con los rejones que mandaba D. Juan Monasterio, que lograron rechazarlos á mucha distancia.

En esta crítica situacion, se mandó á los tenientes de fusileros de las milicias de Puno, D. Martin Sea y D. Evaristo Franco, que con sus respectivos piquetes acometiesen bruscamente á los enemigos en el parage donde habian colocado la bandera, lo que egecutaron con mucho riesgo; pero ayudados del vivo fuego que les hicieron, lograron rechazarlos en breve rato de aquel puesto: y para que los nuestros le mantuviesen contra los nuevos refuerzos y socorros que les oponian los contrarios, fué preciso destacar al capitan D. Santiago Vial, con otro piquete de fusileros, á fin de que los reforzase; con lo cual no solo contuvieron á los indios, sino que los apartaron á una considerable distancia, quedando dueños de una situacion tan importante.

Si tropezaba con personas que no se dejaban comprar, nunca imaginaba que lo hacían de buena fe, sino porque se estimaban en mayor precio del que ofrecía. Era una de las tareas más pesadas de Llera arrancarle de la cabeza los proyectos de soborno cuando recaían en hombres que sin duda habían de rechazarlos con indignación.