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Ya es tarde y tengo que hacer un montón de cosas... Mi querida madrina: cuando no lleve este uniforme me será muy difícil visitarla. Además, abandonaré raras veces mi puesto. Prométame que me escribirá, que me permitirá continuar por carta la obra de su rehabilitación... Leonie lleva a Cirilo hasta el recibimiento; apenas cerrada la puerta, aparece la sirvienta. LEONIE. ¿Qué quieres...?

Prométame que no abandonará usted a su anciano padre y que le permitirá morir a su ladoYo he caído a sus pies y le he pedido su bendición. Mi madre también estaba conmovida y me ha besado. Yo dudaba que su sensibilidad, embotada por el comercio con espíritus mezquinos, pudiese renacer a las dulces emociones de la naturaleza.

Docenas de individuos andan en este momento detrás de ella, lo , pero preferiría antes verla muerta que casada con uno de ellos. Debe casarse por amor... , por amor, ¿me oye? Prométame, Gilberto, que la protegerá, que velará por su suerte, ¿quiere? Reteniendo todavía su mano entre las mías, le prometí cumplir lo que me pedía. Estas fueron las últimas palabras que pronunció.

Por todo, no vuelva usted.... ¡Prométame que no volverá a idear quitarse la vida, que puede emplearla tan bien!... Si yo supiese de discursos, y fuese sabia como el Padre Urtazu, lo diría mejor, pero usted me entiende.... ¿verdad que ? Prométame usted... no volver... no volver....

»Pero, bajando la vista y sin atreverse a mirarme, continuó con voz temblorosa: »¿Le ama usted del modo que él la ama? »Yo nada contesté; pero caí a sus pies. Prométame solamente renunciar a esas ideas de muerte, proyecto culpable que le cerraría las puertas del Cielo, de ese Cielo donde espero volver a encontrarla. »Pero entonces, ¿qué partido tomaremos?

Delaberge se le quedó mirando lleno de sorpresa, preguntándose si no estaría loca aquella mujer. No la entiendo... ¿Qué quiere usted decir? Nada, nada... Se vio entonces que hacía grandes esfuerzos para recobrar su impasibilidad de figura de cera y prosiguió: Deje usted que hable con Simón; será mejor para y para usted... Prométame que se marchará usted apenas quede arreglado este asunto.

Sobrecogido entonces por un triste presentimiento aquella mano que acaso no volvería a estrechar la besó repetidas veces mientras con visible agitación y de un modo incoherente decía: Señorita, ¡cuánta dicha! Su amor... su bondad... Prométame que si mañana sucumbo pronunciando su nombre me dedicará un recuerdo, una lágrima, una palabra de compasión...

Prométame que no será ésta la última vez que vendrá murmuraba desolada, usted es buena, tía Silda, y dispensará a mamá: ella es así, pero en el fondo, la quiere... ¿Vendrá pronto? ¡y si no, porque no estaremos, yo iré a visitarla a su casa, iré con muchísimo gusto, tía! La señora retribuyóla sus caricias, prometiéndola cuanto quiso pedirla...

Míreme de frente y no hagamos visajes, que se pone muy feíto. ¿No me conoce? Soy Ballester, y ahí tengo la vara aquella para enderezar a los niños mal criados». Ballester dijo Maxi mirándole fijamente y como quien vuelve de un letargo. El mismo, ¿y qué?... ¿Quiere que le noticias del mundo? Pues prométame tener juicio.