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Aquella tarde para todos tuve jaqueca menos para el Barón. Este acudió a la hora justa, lleno de gratitud, contento y ufanía. Parecía remozado por virtud de una poción mágica o por hechizos del amor.

Con calma y despacio la examinó, le tomó el pulso, dió una mirada á sus ojos; mirada que le oprimió el corazón y la hizo estremecer, por serle tan familiar, y sin embargo tan extraña y fría, y finalmente, satisfecho de los resultados de su investigación, procedió á preparar otra poción.

El descubrimiento fue completo cuando encontraron en el jardín, en el suelo, entre unos matorrales de oxiacanto, los fragmentos de un frasco, en cuyo cuello una parte del veneno disuelto había dejado un reguero blanco, de cambiantes reflejos. Manifiestamente, había sido arrojado por la ventana, y tenía aún el rótulo que indicaba, con la fecha de la receta, la manera de tomar la poción.

Tiempo ha que adquirí, a costa de mucho oro, la poción libertadora. Contenida está en este lindísimo pomo que pongo sobre mi bufete. El sabio que me la vendió aseguraba que, sin dolor ninguno, en medio de un sueño delicioso, para con suavidad el movimiento del corazón y en las arterias y en las venas cuaja la sangre.

La poción está compuesta de láudano y del jugo calmante de varias flores y plantas. Tal vez hay en la poción el refinado zumo de aquella hierba que gustó Glauco y le convirtió en Dios.

La medicina es buena y provechosa; y si fuera mi hija, mi propia hija así como tuya, no podría hacer nada mejor en beneficio suyo. Como Ester aun vacilaba, no hallándose realmente en aquellos momentos en su sano juicio, el médico tomó á la niña en brazos y él mismo le administró la poción, que pronto dejó sentir su eficacia.

Yo le creo nacido del consorcio de tu vanidad mundana con cierto prurito que proviene sin duda de que al Padre Ambrosio se le fue la mano cuando compuso la poción preparatoria que te propinó antes de remozarte, vertiendo en ella en demasía cierto ingrediente: el zumo de las mandrágoras con que Lía apartaba a Jacob de Raquel y le atraía a su regazo.

Luego sacó una cajita de medicinas y una botellita con poción. «Aquí traigo otra antiespasmódica. La he hecho yo mismo, y traigo también el percloruro de hierro y la ergotina, por si acaso... Mucho cuidado, hija mía, mucho reposo; que las emociones y los disparates de hoy nos pueden traer un trastorno. Apuesto a que Maxi ha venido a contarle a usted alguna otra tontería.

¿Por qué no ha llamado usted? Era inútil; no hay más que darle la poción calmante prescripta por el doctor, pero, esta vez, no lo calma nada; tuvo, hace poco, un síncope corto; creo que ahora está un poco mejor. Por prudencia acabo de telefonear al médico. Juan pasaba suavemente por la frente del enfermo un pañuelo mojado en éter.

Pero quizá la dosis que había tomado era demasiado débil, quizá el tiempo hacía más de un año que Marta había muerto de parto, y en esa época era cuando él había dado a Olga la poción calmante quizá el tiempo había atenuado la fuerza del veneno. , , así era; era preciso que así fuera. Mal conservada, la morfina puede descomponerse y volverse inofensiva.