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Para ello has a tomar una poción preparatoria, sabiamente compuesta de substancias eficacísimas, con tal habilidad y tino combinadas y templadas que no se neutralizan sus encontrados efectos, sino que se armonizan y conspiran todos al mismo fin.

Elena, también confusa, le explicó que había llegado hacía pocos días para reponerse de una ligera fiebre que había padecido y le suplicó que le preparase una poción calmante para dormir que en otro tiempo, cuando vivía en el Escorial, le había probado muy bien. Vilches se apresuró a complacerla. Mientras duró la confección charlaron.

A pesar de esto, mi voluntad no cedía; yo la encontraba fuerte y tensa, dispuesta a cualquier esfuerzo. Tomé una poción de quina, y a los quince días había recobrado la salud. A los confinados en los pontones se les trataba como a presidiarios. Casi todos los reclusos tenían palomas, pájaros, ardillas y otra porción de animales domesticados.

Alguno encontró en el cuarto del médico un frasco con polvos de quina. Hicimos una poción para los enfermos. De veinte atacados se nos murieron ocho. Ugarte tuvo la humorada de sublevar algunos marineros estando el barco atacado de fiebres. Quería que cambiásemos de nombre a El Dragón y nos dedicáramos a la piratería por el Pacífico. Tuve que arrestar a aquel loco.

Mis antiguos estudios en alquimia, dijo por vía de observación, y mi residencia de más de un año entre un pueblo muy versado en las propiedades de las hierbas, han hecho de un médico mejor que muchos que se han graduado. Oye, mujer, la niña es tuya, no tiene nada mío, ni reconocerá mi voz ni mi rostro como los de un padre. Adminístrale por lo tanto esta poción con tus propias manos.

Apenas empiece a salir por la boca de la culebra la refinada quinta esencia, acudiré a recogerla en la misma copa en que bebiste la poción preparatoria, y la beberás sin vacilar. La beberé con ansia contestó Fray Miguel para apagar la sed de vida y de juventud que me devora. Todavía me incumbe decirte interpuso el Padre que no quiero, cuando te remoces, dejarte ir solo por esos mundos de Dios.

Fausto se siente tan rebajado de apelar a la inmunda poción de la bruja, a fin de recobrar la mocedad, que casi está a punto de quedarse viejo y de romper desde el principio el pacto con Mefistófeles sospechando lo poco que el diablo puede, y vale y lo más poco que de él puede esperar un noble espíritu. El bien del diablo vale tan poco como el mal.