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¿Y para qué dijo la buena anciana escatimar tanto la fe, que al fin es la primera de las virtudes? ¿Qué te parecería, hijo de mis entrañas, si yo te dijese: te parí, te crié, te puse en camino; cumplí pues, con mi obligación?, ¿si sólo como obligación mirase al amor de madre? Que no era usted buena madre, señora.

Ni yo engendré ni parí a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo, como son: hermosa, sin tacha, grave sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada, y, finalmente, alta por linaje, a causa que sobre la buena sangre resplandece y campea la hermosura con más grados de perfeción que en las hermosas humildemente nacidas.

Sólo abriréis cuando yo os diga: ¡Abrid, hijitas, abrid! Que soy la madre que os parí. Las chivitas, que eran muy bien mandadas, lo hicieron todo como se lo había encargado su madre. Y cate Vd. ahí que llaman á la puerta, y que oyen una voz como la de un becerro, que dice: ¡Abrid, que soy el Carlanco! Que montes y peñas arranco.

-Ni ajena, ni propia, ni pesada, ni por pesar -replicó Sancho-: a no me ha de tocar alguna mano. ¿Parí yo, por ventura, a la señora Dulcinea del Toboso, para que paguen mis posas lo que pecaron sus ojos?

No fuera muy mejor, dicen, hijitos Que no os hubiera yo triste parido, O ya que yo os parì, que de chiquitos El alto cielo os hubiera recibido: O dejaros all

Por causa de las revoluciones pasadas y por lo que en adelante se podía temer, se mudó la Reducción de San Francisco Xavier desde el río de San Miguel á una llanura llamada Pari, ocho leguas distante de Santa Cruz de la Sierra, donde también se repararon algunos Piñocas y Xamarós que escaparon de las manos de los Mamalucos, con que se fabricó una Reducción bien numerosa.

Viendo los nuestros que las cosas estaban de tan mal semblante, resolvieron en la oscuridad de la noche retirarse hacia Santa Cruz de la Sierra y de aquí pasar á Pari, donde se había mudado la Reducción de San Francisco Xavier.

¿Se fué el venturao de Dios?... ¡Mariduco de mis entrañas!... ¿Lloraba, tío Miguel?... ¿Sa alcordó anguna vez de ?... ¡Dígamelo, tío Tremontorio, que se me está partiendo el alma de pura congoja!... ¿Irá muy lejos?... ¿Volverá?... ¿Tardará mucho?... ¡Ay de , probe!... ¡Sola me dejó y sin arrimo!... ¡Hasta el de las inocentes criaturas me falta!... ¡Las que parí, tío Miguel; las que crié á mis pechos! ¡Me las han arrancao de casa!... ¡Bien yo quién!... ¡Bien yo por qué!... ¡Pero al otro mundo no ha de ir á pagarlo la muy sinvergüenza, cuentera y borrachona!...

Quanto quisieres le , Pues será la vez postrera. , pues esta es la primera Que en este trance me vi. Tenéme con vos aqui, Madre, que voy no donde. La ventura se te asconde, Hijo, pues yo te parí. Hase escurecido el cielo, Turbado los elementos, Conjurado mar y vientos Todos en mi desconsuelo.

Que soy la madre que os parí. Ellas desde su sobrado le gritaron que no podían, porque estaba allí el Carlanco. Entonces la cabrita soltó su carguita de leña, y como las cabras son tan ligeras, se puso más pronto que la luz en el convento de las avispas, y llamó ¿Quién es? preguntó la tornera. Pasa tu camino, y Dios te ayude, dijo la tornera.