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Las puntas superiores de las cañas, con que se entretejen aquellas rejas o verjas, suelen tener por adorno sendos cascarones de huevo o lindos y esmaltados calabacines. Las abejas y las avispas zumban y animan el patio durante el día. El ruiseñor le da música por la noche. En el invierno, la cordobesa tiene buen cuidado de que plantas de hoja perenne hermoseen su habitación.

Le quiero respondió María ; si no fuera por él, no ponía aquí los pies, por no encontrarme con ese demonio de Romo, que tiene un aguijón en la lengua, como las avispas en la parte de atrás. ¿Y Ramón Pérez? preguntó con chuscada la tía María, como para convencer a don Modesto de que su protegido podía archivar sus esperanzas. Marisalada soltó una carcajada.

Don Quijote le dijo: -Déjalos estar, amigo, que esta afrenta es pena de mi pecado, y justo castigo del cielo es que a un caballero andante vencido le coman adivas, y le piquen avispas y le hollen puercos. -También debe de ser castigo del cielo -respondió Sancho- que a los escuderos de los caballeros vencidos los puncen moscas, los coman piojos y les embista la hambre.

¡Ah, buen mozo! dijo . Esto marcha, ¿verdad? Ya no hay fiebre, ya no hay nada de peligro. Las heridas marchan bien. Debes sentir en ellas una picazón de mil demonios; algo así como si te hubiesen metido avispas bajo los vendajes. Es la formación de los tejidos, la carne nueva que escuece al crecer. Jaime se dio cuenta de la verdad de estas palabras.

Las avispas zumbaban en los espliegos y el sol reía en mi corazón; era feliz y pensaba cómo se aclara el porvenir y cómo se despeja y se allana ante la vida, todo esto porque que no disgusto a Máximo. ¿No es curioso, señor cura, el ver qué poca cosa nos transforma y transforma con nosotros todo lo que nos rodea?

Retiróse á su casa, mandó que le compraran libros nuevos para calmar su enfado, y convidó á comer á varios literatos para su recreo. Llegáron mas del doble de los que habia llamado, como acuden las avispas á la miel. No se daban vado estos gorreros á hablar y á engullir, y elogiaban dos clases de hombres, los muertos y ellos propios, mas nunca á sus coetáneos, exceptuando el amo de casa.

En vuelta de su baño, el perro se sentaba de nuevo, viendo aumentar poco a poco el viento, mientras el termómetro, refrescado a 15 al amanecer, llegaba a 41 a las dos de la tarde. La sequedad del aire llevaba a beber al fox-terrier cada media hora, debiendo entonces luchar con las avispas y abejas que invadían los baldes, muertas de sed.

Su rostro cetrino se coloreó con una aurora alegre. «¡Al diablo la muerte y sus miedos! ¿Iba un hombre honrado a pasar la existencia entera temblando por su llegada?... Podía presentarse cuando lo tuviese a bien. ¡Mientras tanto, a vivir!...» Y manifestó esta voluntad de vida durmiéndose en un poyo, con sonoros ronquidos que no lograban asustar a las moscas y avispas revoloteantes en torno de su boca.

Que soy la madre que os parí. Ellas desde su sobrado le gritaron que no podían, porque estaba allí el Carlanco. Entonces la cabrita soltó su carguita de leña, y como las cabras son tan ligeras, se puso más pronto que la luz en el convento de las avispas, y llamó ¿Quién es? preguntó la tornera. Pasa tu camino, y Dios te ayude, dijo la tornera.

Aquellas abejas o avispas del diablo, volaban en torno de la luna, y algunas llenaban su rostro, el cual era, visto de perfil, el del mismísimo Satanás, que tenía las cejas en ángulo y echaba fuego de ojos y boca.