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Cuando el bañista ve al reptil ondulando á su lado sus graciosos anillos, no cree en la maravillosa aparición de la serpiente de Esculapio, sino que, lleno de terror, salta sobresaltado prorrumpiendo en grandes gritos.

Quise leer más; pero las líneas huían ondulando como sierpes asustadas, y en el vacío que dejaban, de una lividez de pergamino, volvía a brillar la interpelación extraña: «¿Tocarás la campanilla

Precisamente hase observado en el caracol la sensación que experimenta, después de penosas investigaciones de amor, al encontrarse con el objeto amado. Macho y hembra, con una gracia conmovedora, ondulando sus pescuezos de cisne, se prodigan mutuas caricias. ¿Y quién afirma esto? El severo, el muy verídico Blainville.

Encima de ese mundo de abajo, como para resguardarlo del sol, ondulando cual sauces y bejucos, ó balanceándose como palmeras, las majestuosas gorgonas de varios pies de alto, constituyen un bosque con los árboles enanos del isis.

De pronto saltaba impetuosamente, como un muelle que se despliega, como una serpiente que se yergue, y empezaba á bailar casi sin mover los pies, ondulando sus ágiles miembros... Y él sonreía con estúpido arrobamiento, tendiendo la diestra hacia un taburete árabe cargado de botellas. Freya cuidaba de la provisión de licores más aún que de los comestibles.

Las ropas les cubrían el cuerpo, pero ciñéndolo, plegándose amorosamente, ondulando hasta modelar la forma como lienzos húmedos; dejando las bellezas a un tiempo tapadas y desnudas, vestidas y deshonestas, convirtiéndose el paño que oculta en gasa que revela y la gracia que atrae en sensualidad que enerva.

Ondulando en el éter, sobre los campos, despliega la neblina su blanco tul, y la apolínea antorcha, con vivos lampos, arrebola del cielo la veste azul. En la cúspide esbelta de las montañas, donde el águila altiva trenza su nido, mecidas por la brisa sueñan las cañas con la inflexión de un hondo flébil quejido.

Sin manifestar el menor interés por este fenómeno, Ah-Fe repetía aún sus tentativas sobre el cerrojo. Poco después, el tapete de damasco encarnado, movido acaso por igual impulso misterioso, se recogió lentamente bajo los dedos de Ah-Fe y desapareció ondulando con suavidad por el mismo escondido camino. ¿Qué otros misterios podrían haber seguido?

En los fúlgidos salones los disfraces van bailando y ondulando, al compás de locos valses y corteses rigodones. Está lleno el gran palacio.