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Sin duda, y también papeles. ¿Papeles? ¿Papeles preciosos? ¡Con qué expresión me preguntáis eso, Marta! dijo Mathys vacilante . ¿Podéis imaginaros que en un cofre así, no se guarda todo lo que uno quiere conservar? En efecto, no hay nada que excite tanto la curiosidad de una mujer como una caja de hierro que parece encerrar cosas misteriosas. Dentro de algunas semanas seré vuestra esposa.

Mas no hay que pensar en esto. De lo que me alegro infinito contestole el notario. No podéis imaginaros, doctor, hasta qué punto la idea de heridas avivadas y de bordes suturados me descomponen los nervios. ¡Examinemos otros medios más suaves, yo os lo ruego! La cirugía raramente procede con dulzura; pero, en fin, os queda la elección entre el sistema indio y el italiano.

Esto es lo que se llama música de Navidad dijo cuando Aarón hubo acabado y volvió a entrar en posesión de su bizcocho . No hay música que esté a la altura de la música de Navidad... Y ya podéis imaginaros lo que debe ser eso en la iglesia, maese Marner, con el acompañamiento del órgano y el coro. No se puede dejar de creer que ya se está en un mundo mejor.

Todos ignoráis que el volcán ruge a pocos pasos de vosotros; no sabéis que hay un hombre que prepara la más horrible de las tragedias; y mañana, cuando salga en los periódicos la extensa relación de lo ocurrido, no podréis imaginaros que la fiera en figura humana que mató al rival, a la novia y hasta a la mamá, si es que se decide a bajar, era el joven «dulce y simpático» que, pálido como un muerto, estaba hecho un poste cerca del cafetín.

El deseo más ardiente de Margarita, se vió, sin embargo, cumplido. En el tercer año de su unión el Cielo le acordó una hija, que recibió el nombre de Elena. Pero su alegría fué de corta duración; la niña nació enferma, y al cabo de dos o tres semanas se puso tan flaca que no cupo duda de que viviría poco tiempo más. Podéis imaginaros la desesperación de la señora.

Entonces llegué a esta conclusión: «No es el espíritu lo que vale, es la cola». Y me sentía tan atormentado como si tuviera tres campanas echadas a vuelo en mi cabeza cuando pasamos a la sacristía, y se comenzó a firmar. ¿Pero para qué sirven tantas palabras? Vosotros no podéis imaginaros lo que pasa en el espíritu de un hombre inteligente.

Forcejad cuanto quisiereis para imaginaros que mañana es hoy, que hoy es ayer; ¿lo lograréis? es imposible. Lo que ha sido en un tiempo, no puede no haber sido. Si fuera dable mover el tiempo, no habria esta imposibilidad; pues para lograr que lo que fué ayer, no haya sido, bastaria volver el ayer en mañana. Esto es absurdo; lo pasado, lo presente, lo futuro, son cosas esencialmente distintas.

Volvió el notario a la realidad de la vida, y respondió con el tono más desenvuelto del mundo: Ese estúpido animal me ha distraído. No podéis imaginaros, marqués, los estragos que estas bestias ocasionan en la caza. Se comen más nidadas que perdigones tiramos nosotros. ¡Si tuviese una escopeta!...

Daos prisa más bien a imaginaros lo que no digo de la voluptuosidad y belleza de las mujeres que nacen bajo un cielo de fuego, y que, desfallecidas, van a la siesta a reclinarse muellemente bajo la sombra de los mirtos y laureles, a dormirse embriagadas por las esencias que ahogan al que no está habituado a aquella atmósfera.