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Con esto los Poetas Lyricos nuestros, que en mi opinión son bentajosos á los Griegos i Latinos, assí se hallan deformados, que en pocos se conosce ia la hermosura i elegancia primera.

En efecto, el más pequeño de sus hijos, que dormía en la alcoba, había dado un leve gemido, al cual siguió otro más fuerte. Lucía corrió a allá para que no se alborotase. Calla, Chuchú, calla, que aquí estoy yo. El niño no hizo caso. Si no callas, el hombre de las narices grandes vendrá a buscarte y te llevará. ¡Quero Ía! clamó el niño: Ía era la doncella, que se llamaba María.

iHubiera sido un sepulcro digno de Manfredo! mis huesos habrian descansado en paz bajo un monumento semejante, no hubieran quedado sembrados sobre las rocas, viles juguetes de los vientos, como van a serlo, despues que me haya precipitado... iA Dios bovedas celestes; que vuestras miradas no me reprendan mi accion, vosotras no estais hechas para mi! iTierra, yo te restituyo tus atomos!

Brillaron los ojos del alemán al ver el oro; una sonrisa beatífica dilató su boca casi de oreja á oreja. Ia dijo comprendiendo la mímica. Y le entregó sus comestibles tomando la moneda. Don Marcelo comenzó á tragar con avidez.

iManfredo! iAh! prosigue por favor: esta voz me reanima; es la tuya seguramente. iManfredo! manana se acabaran tus dolores terrestres. iA Dios! Todavia una palabra iuna sola palabra! ?estoy perdonado? iA Dios! ?No nos veremos mas? iA Dios! iAh! por compasion, todavia una palabra; dime si me amas. iManfredo! Se ha ido y no volvera a aparecer: sus palabras se cumpliran; vuelvete a la tierra.

El Dragón era de una Sociedad franco-holandesa para la trata de negros, que tenía sus principales accionistas en Amsterdam, Saint-Malô y Nantes. Esta Sociedad no firmaba mas que por sus iniciales: V.d.H., Z. y C.'ía. Comparado con los de hoy, aquel barco daria rísa.

Repitió su sonrisa: «¿Ia?...» Y luego de entregarle el viejo una segunda moneda de oro, pudo ofrecer estos alimentos á las dos mujeres refugiadas en el pabellón. Durante la noche una noche de penoso desvelo, cortada por visiones de horror creyó que se aproximaba el rugido de la artillería.

El niño, que había suspendido el llanto para escuchar a su madre, cuando ésta terminó el repertorio de promesas, volvió a gritar: ¡Quero Ía! No fue posible por ningún medio hacerle desistir de su empeño. La generala estaba furiosa. ¿Pero qué edad tiene el niño? preguntó en voz baja Miguel, que se había aproximado silenciosamente a la alcoba. Tres años.

Las pobres, si de esta feria hablan mal, tienen razón; pues hay bastante materia para tan justa aflición." 953 Cuando me llegó mi turno dije entre : "Ya me toca", y aunque mi falta era poca no por que me asustaba; les asiguro que estaba con el Jesús en ia boca.

Juventud, flor divina de mi tierra, el horizonte se abre a tu camino... Mira las cumbres... Tu progreso encierra el ideal del pueblo filipino. Es verdad que jamás falta en la ruta de ía existencia, un negro precipicio... Pero ¿qué importa? Tu alma no se inmuta y está dispuesta siempre al sacrificio.