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La Princesa y sus amigas, atraídas por la fama de su virtud y de su ciencia anduvieron buscándole siete días por aquellos vericuetos y andurriales. Durante el día caminaban en su busca entre breñas y malezas. Por la noche se guarecían en las concavidades de los peñascos.

Pude observar á la tenue claridad que entraba de la calle, que ponían siempre por delante uno como más fuerte ó resuelto, detrás del cual los otros se guarecían. ¡Fuera! volví á gritar, haciendo molinete con el bastón. ¡Ríndete, perro! me respondieron, sin detenerse en su baile fantástico. Ya no me cupo duda; estaban ebrios.

Los monasterios se trocaban en fortalezas, y al divisar de lejos en el horizonte la polvareda de los escuadrones ó los dragones de los bárbaros, los pobladores se guarecian entre sus muros; cerrábanse las puertas, acudíase á las armas, y todos se aprestaban á la defensa ó á las salidas.

La sarracina continuaba; muchos timoratos escapaban a la calle Piedad, espantados; otros se guarecían detrás de las puertas, de las columnas, de las mesas. Y en medio de la confusión, de las voces, de las carreras, de los golpes, la enseña de la autoridad se mostró... Rocchio, indomable, protestaba, siempre al pie de la pizarra y los compañeros de Jacinto.

Otras estatuas de mujeres medio desnudas, blancas ó metálicas, se guarecían en los hornacinas de los muros, y también resultaba un misterio su nombre y su significación. Aunque el palacio pretendía deslumbrar y acariciar con sus oros y sus tiernos colores, las gentes que iban á él apenas se fijaban en tales magnificencias.

Casi toda España estaba sujeta a la ley de Mahoma, salvo dos o tres Estadillos nacientes, donde entre breñas y riscos se guarecían los cristianos. En medio de aquel diluvio de males, pudiera compararse la abadía de que hablamos al arca santa en que se custodiaban el saber y las buenas costumbres y en que la humana cultura podía salvarse del universal estrago.

A las órdenes de Tiburcio, Morsamor destacó cien hombres de los más audaces, que con astucia diabólica lograron penetrar en el apartado edificio donde se guarecían caballos, elefantes, cornacas y guardias. Ningún aviso había llegado hasta allí. Sin sospecha ni recelo, dormían todos. Y si bien acudieron a las armas y procuraron defenderse, fue con tal aturdimiento y desorden, que les valió de poco.