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32 ¿Por ventura se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? 33 ¿Para qué abonas tu camino para hallar amor, pues aun a las malvadas enseñaste tus caminos? 34 Aun en tus faldas se halló la sangre de las almas de los pobres, de los inocentes; no los hallaste en ningún delito, sino por todas estas cosas. He aquí yo entraré en juicio contigo, porque dijiste: No pequé.

me enseñaste a sentir así, a querer paz..., a soñar..., a desear imposibles.... Aquí estoy tranquila..., y rezo a mi modo. No tengo fe, lo que se llama fe.... Pero quisiera tenerla. Los santos, todos esos, aquel San Roque, este San Sebastián con sus banderillas por todo el cuerpo..., aquel señor obispo..., San Isidoro..., todos me van entendiendo.

12 Oh Dios, no te alejes de ; Dios mío, acude pronto a mi socorro. 13 Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma; sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que buscan mi mal. 14 Mas yo siempre esperaré, y añadiré sobre toda tu alabanza. 17 Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud y hasta ahora; manifestaré tus maravillas.

Cayó lluvia de sangre en nuestra tierra, flameó la sandata en el boscaje, y arrojaste a la hoguera de la guerra el inicuo pendón del coloniaje... enseñaste a jurar al insurgente, las banderas del bien y del decoro, y a odiar con el encono más ardiente la cadena del siervo, aunque de oro.

23 A ti, oh Dios de mis padres, confieso y te alabo, que me diste sabiduría y fortaleza, y ahora me enseñaste lo que te pedimos; pues nos has enseñado el negocio del rey. 25 Entonces Arioc llevó prestamente a Daniel delante del rey, y le dijo así: Un varón de los transportados de Judá he hallado, el cual declarará al rey la interpretación.

98 Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos; porque me son eternos. 100 He entendido más que los ancianos, porque he guardado tus mandamientos. 101 De todo mal camino detuve mis pies, para guardar tu palabra. 102 De tus juicios no me aparté; porque me enseñaste. 103 ¡Cuán dulces han sido a mi paladar tus dichos! Más que la miel a mi boca.

24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. 26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste; 27 y os dirá: Os digo que no os conozco de dónde seáis; apartaos de todos los obreros de iniquidad.

Dios las tendrá escritas... ¡Madre! ¡Quiero estampar aquí tu nombre, una, y otra, y cien veces, madre mia! Cuando niño, encantada en tu cariño, me enseñaste á pronunciarle; hoy, hombre, el hombre adora lo que hablaba el niño.

Hubo una pequeña pausa y Melisa sacó de su pecho algunas hojas verdes, ya marchitas, y mostrándolas con el brazo tendido, y con su rápido y vívido lenguaje y con la extraña pronunciación de su primitiva infancia, en que reincidía en los momentos de excitación, dijo: Ahí tienes la planta venenosa que mata y que mismo me enseñaste. Me iré con los actores o comeré esto y moriré aquí.