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Discurriendo por esta senda, llegó a topar con el sueño, que la venció tras breve lucha; tan breve, que con serlo mucho más el nombre de Pepe, se le quedó éste a la hermosa entre los húmedos labios, por falta de tiempo para acabar de pronunciarle; de manera que del acto aquel, medio inconsciente, más que palabra vino a resultar un beso... Pero volvamos ahora a Sagrario.

No poca gente de Castilla pudiera ir por allá a aprender a hablar castellano, ya que no a pronunciarle. Sin adulación servil aseguro que la cordobesa es, por lo común, discreta, chistosa y aguda. Su despejo natural suple en ella muy a menudo la falta de estudios y conocimientos. Sus pláticas son divertidísimas. Es naturalmente facunda y espontánea en lo que dice y piensa.

Una aventura no muy lejana ocurrida al señor Desmaroy y descubierta por el padre Tomás, encargado por la abuela de comprobar los informes del notario, ha puesto fuego a la pólvora y apresurado el no final. La abuela ha suspirado un poco por la forma al pronunciarle categóricamente, pero su negativa ha sido espontánea porque no podía prescindir de la cosa... Boulmet se ha mostrado menos fácil.

Sólo añadiré que de mi trato frecuente con este bendito Padre, ha nacido en grande afición a la lengua castellana y que he adquirido y leído los mejores prosistas y poetas, que en ella han escrito o escriben. Te callo también mi nombre indio, porque no quiero que le estropees y porque es tan enrevesado, que sólo aprenderás bien a pronunciarle por medio de la voz viva.

Dios las tendrá escritas... ¡Madre! ¡Quiero estampar aquí tu nombre, una, y otra, y cien veces, madre mia! Cuando niño, encantada en tu cariño, me enseñaste á pronunciarle; hoy, hombre, el hombre adora lo que hablaba el niño.

En tanto la reyna repetia con tal freqüencia el nombre de Zadig; colorábanse de manera sus mexillas al pronunciarle; quando le hablaba delante del rey, estaba unas veces tan animada y otras tan confusa; parábase tan pensativa quando se iba, que turbado el rey creyó todo quanto vía, y se figuró lo que no vía.

En oyendo don Quijote la petición del herido, en altas voces dijo que Basilio pedía una cosa muy justa y puesta en razón, y además, muy hacedera, y que el señor Camacho quedaría tan honrado recibiendo a la señora Quiteria viuda del valeroso Basilio como si la recibiera del lado de su padre: -Aquí no ha de haber más de un , que no tenga otro efecto que el pronunciarle, pues el tálamo de estas bodas ha de ser la sepultura.

Acostóse aquella noche más temprano que de costumbre, y mandó que dejasen encendidos en la alcoba todos los candelabros y arañas. Puso con mucho primor debajo de la almohada la carta con el diente dentro, y sentóse encima dispuesto á esperar á Ratón Pérez, aunque fuese necesario velar hasta el alba. Ratón Pérez tardaba, y el Reyecito se entretuvo en pensar el discurso que había de pronunciarle.

El mero hecho de pronunciarle tan ilustre dama, es evidente testimonio de cuanto nos preocupa a todos la salud de la patria, la restauración de sus energías y el fundado renacimiento de sus altas esperanzas desde luego, y para después de su antiguo poderío, crédito y gloria.

Ya no soy Isidora. No vuelva usted a pronunciar este nombre». ¡No pronunciarle más, cuando a él le parecía tan dulce, tan armonioso, cifra y compendio de la melodía infinita! Echó D. José un gran suspiro y tras él estas palabras: «Ha sido una tontería que te ofrezca la mano y el nombre de un viejo caduco.