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El hombre ò animal á quien le hiere Algunas de estas víboras malvadas, En un dìa natural, sin falta, muere, Y en él son medicinas escusadas. Empero si la yerba el tal bebiere, Antes que doce horas sean pasadas, Escapa. Aquesta yerba Dios le ha dado, El mismo cascabel muy apropiado.

32 ¿Por ventura se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? 33 ¿Para qué abonas tu camino para hallar amor, pues aun a las malvadas enseñaste tus caminos? 34 Aun en tus faldas se halló la sangre de las almas de los pobres, de los inocentes; no los hallaste en ningún delito, sino por todas estas cosas. He aquí yo entraré en juicio contigo, porque dijiste: No pequé.

Cuando en esto pienso me doy a cavilar y a recelar que tal vez, al principio, no hubo en perfidia, sino que me movió otra pasión, cuando no peor, más peligrosa. ¿Me movió tal vez amor frenético y desesperado? ¿Fue repentino y súbito el cambio en odio de este amor, cuando le vi triunfante? El corazón de la mujer es un abismo de malvadas inconsecuencias.

Pero su alegría estaba envenenada por preocupaciones malvadas, y sin dejar de recibir saludos, Clementina pensaba: ¿Conseguiré destruir esta dicha que todos proclaman, elogian y envidian? Vió á Mauricio que hablaba alegremente con Herminia, mientras Roussel, en un círculo de señoras, prodigaba sus gracias y sus amabilidades. Una nube oscureció la frente de la solterona.

¡Sinvergüenzas! replicaban furiosas las campesinas. ¡Servilonas, carlistas! contestaban las ciudadanas, ya en actitud agresiva. ¡Malvadas, que echades contra Dios! rugían las insultadas. Y en medio del tumulto se oía el agudísimo ¡ayyy!, de una mujer, a la cual manos furibundas intentaban arrancar de un solo tirón la trenza entera de sus cabellos.

A la orilla opuesta del Guadalquivir se estiende frontero á la ciudad por el mediodia el Campo de la Verdad, lugar muy concurrido á la sazon, no sabemos por qué motivo, aunque el mismo Morales, traduciendo á S. Eulogio, supone que los mahometanos le tenian destinado á sus malvadas oraciones.

Hacíale notar la manera libre como suele entenderse, no ya el concepto del deber, sino todos los deberes, el abuso de las palabras, la confusión de todas las medidas, que da margen a la perversión de las ideas más sencillas, a que nadie llegue a entenderse en cuanto a lo bueno, lo verdadero, lo malo, lo peor, resultando que no existe diferencia apreciable entre la gloria y el prestigio en el sentido propio de la palabra, ni delimitación exacta de las acciones malvadas y de los hechos simplemente irreflexivos.

Y cavé en la pared, y he aquí una puerta. 9 Y me dijo: Entra, y ve las malvadas abominaciones que éstos hacen allí. 10 Y entré, y miré, y he aquí imágenes de todas serpientes, y animales; la abominación, y todos los ídolos de la Casa de Israel, que estaban pintados en la pared alrededor.

En las postreras horas del crepúsculo, cuando respira todo paz y calma, y la tristeza reina en el ambiente oloroso a sampagas...; ese momento hermoso del sol que se desmaya, ocultando sus últimos fulgores en las cumbres lejanas, para dar paso a la plateada luna que en luces se desata; cuando pára el acento de las corrientes mansas, y de las ramas dormidas descansan sosegadas las mayas que anhelantes sólo sueñan en la pronta alborada para lanzar de nuevo por los aires la voz de su garganta; cuando parece que la gente toda el calor del hogar busca en sus casas, gusta en estas horas de quietud solemne mi fantasía alada de remontarse hasta el azul del cielo a regiones soñadas donde no existen viles opresores, ni pasiones funestas y malvadas.

Entonces, cuando las gentes se inclinaran ante él y nadie osara dudar de su honra, habría llegado el momento de vengarse de Gonzalo de San Vicente, pues no podía ser sino él quien, ayudado del campanero, propalaba por la ciudad las malvadas invenciones que le había referido el hidalgo. Volvió varias veces a la morería y a la casa misteriosa.