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Antes de salir, ella, que tenía en él la vista fija, le miró con amor e hizo ondear en su mano un blanco cendal, como despidiéndose. Su larga mirada fue elocuentísima y decía con toda claridad: hasta que pronto, muy pronto volvamos a vernos. En un extremo de la ciudad y en espacioso edificio, Morsamor con toda su gente estaba acuartelado.

Afligido Lebrija con esta accion del inquisidor Deza i temeroso de caer en desgracia de los Reyes Católicos, dirigió al arzobispo de Toledo don frai Francisco Ximenez de Cisneros una breve i elocuentisima Apología contra las acusaciones de sus enemigos, en la cual sin acertar á contenerse prorrumpió en estas voces de dolor é indignacion: «¿Qué es esto? ¿Dónde estamos? ¿Qué tiránica dominacion es esta que tanto oprime los ingenios? ¿No basta, no, que yo cautive mi entendimiento en obsequio de la fe, sino que en materias en que se puede hablar sin ofensa de la piedad cristiana no me es permitido publicar lo que estoi viendo por mis mismos ojos mas claro que la luz de mediodia? ¿Qué digo yo publicar; pero ni aun pensarlo, cuanto mas escribirlo á puerta cerrada i por solo? ¡Terrible cosa es quererme obligar á que yo mismo crea que ignoro lo que me consta con la mayor evidencia i por razones demostrativas, no por conjeturas ó argumentos probables! ¡No puede llegar á mas la esclavitud! »

Vengan ustedes, señoritas murmuró el teniente, creyendo que se trataba de convidar a la familia García. No, estas señoras no quieren nada se apresuró a advertir la madre, clavando a su hijo a la puerta del café con una mirada elocuentísima.

No lo creo replicó sonriendo el hidalgo. Es un libro puramente expositivo, sin intención alguna polémica. En esta confianza se llevó a su casa el tomo primero y se puso con afán a leerlo. Comenzaba con una descripción elocuentísima del mundo sideral, del panorama de las grandezas celestes. El autor desenvolvía con pluma vigorosa el mecanismo inmenso de los cuerpos que giran en el espacio.

También se quedaron Chisco y Pito Salces con otros dos mozones de mi confianza, bien advertidos por de muchos cuidados, particularmente el de la vigilancia, no si porque me salió espontáneamente de adentro la ocurrencia, o porque me la inspiró una mirada elocuentísima de la mujer gris, al ver cómo iba a quedarse la casona, sin nosotros, indefensa y punto menos que vacía.

Juan Montalvo encabeza su obra postuma con una elocuentísima introducción.

La reina tenía y tiene en un apoyo muy fuerte; porque es fuerte todo aquel que lleva su amistad, su amor hasta el punto de sacrificarlo todo por la persona á quien ama, y una prueba de ello ha sido mi casamiento. ¡Ah! exclamó la duquesa. Don Juan se sonrió, y miró de una manera elocuentísima á su mujer.