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En el día no cabe esperar que salgan á relucir magnates, príncipes, ediles rumbosos, como los que hubo en lo antiguo, que se gastaban millones de sestercios, ya para divertir y entusiasmar á la plebe con espléndidos espectáculos, ya para erigir grandiosos monumentos y hermosear á su patria, como hicieron Heredes Atico y otros. ¡Buenos andan los ediles de ahora para descolgarse con semejantes bizarrías!

Monte, ruletas, dados, polacas y lotería de cartones, congregaban todas las noches en la Plaza a los piadosos villaverdinos, que allí dejaban los cuartos para que los ediles nivelaran con el producto de las «rifas» el presupuesto municipal siempre deficiente. No lo que ahora sucede en Villaverde.

Efectivamente, en Villaverde todos decían y escribían «villaverdino», hasta que, en mala hora, se le ocurrió a un periodista dudar de la acertada formación de la palabreja. Se alborotó el cotarro: salió a contender el «pomposísimo»; saltó a la palestra Castro Pérez; charlaron los pedagogos a su sabor; la cosa llegó al Cabildo, y los ediles tuvieron asunto para varias sesiones.

«Aquí te lo trais el guajolotito de la ofrenda para el siñor licenciado».... Alguien me dijo después que aquellos hijos de Motecuhzoma eran ediles de un pueblo cercano, clientes de don Juan en un lite de quince años, para recuperar una dehesa y una faja de monte. Grato pasatiempo diario fué para la tertulia que se reunía todas las tardes, dadas las cinco, en el despacho del jurisconsulto.

Allí la Baniana romana descubre la veneranda toga de sus ediles y duunviros en un panteon subterráneo donde se hallaron en nuestros dias urnas cinerarias pertenecientes á la familia Pompeya. Allí ostenta la arquitectura cristiana de los siglos medios sus esbeltas curvas ojivales en las iglesias de Sta.

Y si bien se mira, hasta los ediles de otros tiempos no solían ser desinteresados cuando se descolgaban con ellas, porque, ó se parecían á aquel señor Robres del epigrama, que hizo á los pobres antes de hacer el hospital, ó bien derrochaban el dinero para satisfacer la ambición, ganándose el favor de la muchedumbre y comprando sus votos.