United States or Guinea ? Vote for the TOP Country of the Week !


El delator, cuyo nombre es desconocido, aparece en la palestra con la visera calada, y provoca al combate á cuantos tengan por falsa su acusación. Acuden entonces al desafío tres caballeros, también con la visera calada, declarando que están prontos á defender el honor de la Reina.

Además, el aislamiento en que vivía, apartaba de ella todo otro objeto que hubiese podido disputar a aquel la preferencia. Don Modesto no estaba en edad de figurar en la palestra de amor; Momo, además de ser extraordinariamente feo, conservaba toda su animosidad contra Marisalada, y no cesaba de llamarla Gaviota; y ella le miraba con el más alto desprecio.

Los clubs, que comenzaron siendo cátedras elocuentes y palestra de la discusión científica, salieron del círculo de sus funciones propias aspirando á dirigir los negocios públicos, á amonestar á los gobiernos é imponerse á la nación.

un héroe de la vida en la palestra, Y no el rebaño que se arrea mudo! Del porvenir los pasos son inciertos: Vive y obra sin tregua en el presente, Tu corazon en , Dios en tu mente! Deja al pasado sepultar sus muertos! Los héroes que en tu mente divinizas Te muestran que la vida es noble y bella, Y ellos te enseñan á estampar la huella Del tiempo en las arenas movedizas.

La misma antigüedad le el presbítero D. Francisco Sanchez de Feria, hijo del conocido autor de la Palestra Sagrada, en su Descripcion moderna y antigua de la ciudad de Córdoba que posee m. s. é inédita nuestro erudito y bondadoso amigo el Sr. D. Valentin Carderera.

Cuando digo que se lanzó, no empleo la palabra exacta para exponer la idea; porque ella no corresponde a la acción de un hombre que, siendo incapaz de aturdimiento, se presentó en la palestra con esa valentía informada de prudencia que no arriesga mucho más que para lograr éxito favorable.

Aquel que a luz y a tornos desafía, En la mayor palestra que vió el suelo, Cuanta le ve estrellada monarquía, Es, a pesar del bárbaro desvelo, Filipo el Grande, que, árbitro del día, Está partiendo imperios con el Cielo;

Dionisio de Siracusa también los hizo cuando le dieron á probar aquella sopa negra de los espartanos fabricada con sal y vinagre, manteca de puerco y pedacitos de carne. «¡Es detestableexclamó. «Le falta algo», respondió el cocinero. «¿Qué le falta?» «Que te hubieses bañado en el Eurotas y hubieses hecho todos los ejercicios de la palestraDel mismo modo, señor, para conocer el gusto de la borona le ha faltado á usted bañarse en el Nalón y haber pasado el día cavando la tierra con la azada.

A fin de no cansar a los lectores de El Liberal, voy, pues, a prescindir de no poco de cuanto he dicho hasta ahora, así como de lo que han dicho mis discretos impugnadores, a retirarme modestamente de la palestra, y a ceñirme en mi despedida al caso particular que me impulsó a escribir y al propósito que tuve al hacerlo.

Reyles saca a la palestra y pone en acción a uno de esos disparatados seres sublimes, llamado Julio Guzmán. El autor, en mi opinión, aspira a que admiremos a su héroe; pero sólo logra que nos parezca insufrible, degollante y apestoso.