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El señor disponía de su esclavo, como de sus muebles ó de sus animales, y así vemos corrientemente en los antiguos inventarios de bienes que se hacían por fallecimiento de cualquier persona, que, á seguida de la enumeración de los asnos, bueyes etc. hacíase el aprecio de los esclavos, hombres, mujeres ó niños, siendo de notar que de igual modo que se determinaban los defectos físicos de los brutos, marcábanse tambièn los de aquellos infelices seres; consignando por ejemplo, si era viejo, tuerto, ó manco, si padecía de bubas ó de enfermedad contagiosa.

Por un sentimiento de delicadeza muy natural, pero excesivo, no había querido confesar ni aun a sus amigos el verdadero estado de su brazo herido: la verdad era que todo ejercicio violento, y sobre todo el de la esgrima, determinaban en aquel desgraciado brazo un malestar y un entorpecimiento que debían dar una gran ventaja a un tirador tan consumado como el señor de Maurescamp.

Parecíale como una falanje de astros humanos, de cielos y mundos en forma de seres vivos, que allí se determinaban dentro del espacio mismo de una llama sin fin; cada uno engendraba miles, cada mil un millón; se alejaban y volvían, se obscurecían tenuamente, y de nuevo adquirían el brillo de la más intensa luz.

En efecto, si se observa la extraña configuracion del conjunto del lago, la direccion opuesta de sus golfos y la de los cinco rios ó riachuelos principales que vierten sus aguas en la cuenca granítica comun, se reconoce fácilmente que en un tiempo muy lejano del actual no existió sino una serie de cinco ó seis lagos, ligados entre por los rios que los determinaban y tendiendo todos á confundirse en la cuenca del de Lucerna.

En 1590 adquirieron los jesuítas aquel poder predominante que duró más de dos siglos, y que influyó tanto en la historia y el desarrollo de la América del Sur. Desde 1600 hasta 1700 la historia de las provincias del Río de la Plata es la crónica de trastornos domésticos debidos a luchas internacionales entre los países europeos, que determinaban los destinos de las provincias americanas.

Por eso determinaron publicar un perdon para los autores de estos delitos, en tanto que los míseros judíos amedrentados con el popular tumulto, i temerosos de las iras de la plebe, no se determinaban á salir á las calles, i ya pensaban en cristianarse para salvar las vidas i haciendas del odio i de la ambicion del pueblo.

Entonces es posible que lleguen á comprenderse las causas que determinaban, el que aquel país, oprimido por el pasado de algunos siglos bajo la mano cruel del despotismo, la brutalidad de las pasiones, el interés torpe y la ignorancia, llegase á revestir algo parecido á la abyecta condición del paria.