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Nazaria, que juntamente con la fiereza tenía la inocencia de la bestia cornúpeta a quien tan fácilmente engaña un vil trapo rojo, se calmó y sintió dolor muy vivo de haber ofendido a su gigante. Así procede siempre, pasando de salvajes cóleras a vergonzosas condescendencias, toda esa gente desalmada, ignorante y tan incapaz de calcular sus intereses como de refrenar sus pasiones.

¿A qué no se atreverá, señores... señores, a qué no se atreverá esta desalmada grey de filósofos y ateístas? exclamé yo mirando al techo. Señor oficial me dijo doña María , es indudable que ustedes los militares tienen la culpa de que los <i>cortesanos</i>... así los llamo yo... estén tan ensoberbecidos.

Su postema era aquella desalmada pasión, mezcla de amor, de lubricidad, de soberbia y de rabiosos celos. No pudiendo devolver a su ex-querido tanta cruel mordedura como desgarraba su pecho, saciaba el apetito de venganza en el fruto de sus amores.

San Pedro no puede amparar nunca á gente tan desalmada como , y si se perdieron las regatas, Dios sabe por qué fué. Por falta de puños, pa que usté lo sepa. Grita, grita más alto; que te lo oiga el tu marido que por allá abajo asoma, y mira después ónde te metes.

San Pedro no puede amparar nunca á gente tan desalmada como ; y si se perdieron las regatas, Dios sabe por qué fué. Por falta de puños, pa que usté lo sepa. Grita, grita más alto; que te lo oiga el tu marido que por allá abajo asoma, y mira después onde te metes.

Alma de esta liga era un marino audaz y experto, llamado Aga Mahamud, el cual tenía gran crédito y alto nombre, y había llegado a reunir bajo su mando una poderosa flota de más de cincuenta ligeras y bien artilladas fustas, sin contar varias galeras, almadías, zambucos y otros pequeños bajeles, cuyos tripulantes, aunque de diversas razas, lenguas y creencias, eran todos gente desalmada y fiera, avezada a la mar, sufrida en los trabajos y despreciadora de los peligros.

Y, ¡Jesús!, yo no qué gente es aquélla tan desalmada y tan sin conciencia, que por no mirar a un hombre honrado, le dejan que se muera, o que se vuelva loco. Yo no para qué es tanto melindre: si lo hacen de honradas, cásense con ellos, que ellos no desean otra cosa. -Calla, niña -dijo la ventera-, que parece que sabes mucho destas cosas, y no está bien a las doncellas saber ni hablar tanto.

Me di a cavilar que con mis favores amistosos, aunque concedidos sin malicia, con mi dulce abandono cuando le tenía a mi lado, con el mal disimulado placer con que yo oía sus requiebros, y hasta con mi reír y burlar cuando me hablaba de su cariño, había sido yo una desalmada coqueta, que había robado la tranquilidad de aquel señor excelente y había levantado en el mar pacífico de su ya fatigado corazón la más deshecha borrasca.

Vergüenza es lo que á te falta gruñe, al oirlo, la vieja. Y sábete que tengo sal, pero que no te la quiero dar. Ya me lo figuro, porque siempre fué usté lo mismo. Por eso te he quitao el hambre más de cuatro veces, ¡ingratona, desalmada!

A lo que dijo don Quijote: -Ladrón, ¿estás puesto en la horca por ventura, o en el último término de la vida, para usar de semejantes plegarias? ¿No estás, desalmada y cobarde criatura, en el mismo lugar que ocupó la linda Magalona, del cual decendió, no a la sepultura, sino a ser reina de Francia, si no mienten las historias?