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Este parage es el puerto primero donde descansan, se juntan y refuerzan los indios enemigos que salen de la sierra para pasar á invadir y asesinar nuestra fronteras y caminos, y á la tornavuelta les sirve no solo de descanso, sino tambien de invernar, lo que tambien egecutan en varias estaciones del año, que se mantienen en aquel lugar, potreando y tomando animales baguales y cimarrones, que hay innumerables.

Todo eso replicó D. Prudencio me parecería muy bien si para dejarme frío no acudiese á mi mente esta frase proverbial: que no puedes, llévame á cuestas. No bastan doscientos mil soldados para acorralar y domar á los mulatos y negros cimarrones, y sueña usted con que basten cien mil para llegar al Capitolio de la Gran República.

Este pueblo está á unas 2 leguas de Catanauan, siguiendo la costa al Oriente, hacia Punta Arenas. Tiene una visita llamada Bondo, en la que no solamente se utiliza la brea, sino que hacen tapa de los carabaos cimarrones, vendiendo el pico á 4 pesos.

En pampango existe todavía ese radical y significa «antiguo», de suerte que podemos deducir que mangian es nombre que se aplicó á unos hombres considerados como antiguos pobladores y como tales empujados al interior por modernos invasores que en sus lenguas les llamaron «los antiguos». Como luego resultó que los recien venidos eran ó fueron más civilizados que los vencidos empujados al interior ó á las montañas, consideraron á estos como cimarrones ó salvajes y su antigua apelación tomó por extensión este nuevo significado.

Yo no creo que los mulatos rebeldes y los negros cimarrones de Cuba despierten profundas simpatías en el alma de los legisladores yankees, ni que les den esperanza de que, declarados ya independientes, formen una República superior á la de Haïti, y contribuyan más que nosotros al progreso y al bienestar del linaje humano y al florecimiento y auge de la agricultura, de la industria y del comercio.

Ni merienda ni sueño había para las Casas: sentía en sus carnes mismas los dientes de los molosos que los encomenderos tenían sin comer, para que con el apetito les buscasen mejor a los indios cimarrones: le parecía que era su mano la que chorreaba sangre, cuando sabía que, porque no pudo con la pala, le habían cortado a un indio la mano: creía que él era el culpable de toda la crueldad, porque no la remediaba; sintió como que se iluminaba y crecía, y como que eran sus hijos todos los indios americanos.

Indias pescadoras que venían de Chorrillos, hierbateros de Surco, yanaconas de Miraflores, cimarrones de San Juan y peones de las haciendas, traficaban a esa hora a pequeña distancia del estanque. No había forma de que un hombre pudiera matarse en paz. ¡Pues sería andrómina que, a lo mejor de la función, me descolgase un transeúnte inoportuno!