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Subiendo por él algun trecho se aparece como jardin de amor en un campo de esmeralda la senda del rosal, llamada así por la estraordinaria abundancia de rosas con que allí plugo á la madre naturaleza engalanarse el seno y embalsamarse el aliento: delicioso lecho de flores para la enamorada Diana, que solo los vergeles de la Ruzafa impregnados de azahar hubieran podido con igual derecho disputar al Monte Latmos. ¿Pues qué diremos del pago de Miraflores, y qué de otros muchos cuyos nombres no conforman menos con sus lindezas?

Pablo Gastón Enrique Francisco Sancho Ignacio Fernando María, duque de Sandoval y de Araya, conde-duque de Alcañices, marqués de la Torre de Villafranca, de Palomares del Río, de Santa Casilda y de Algeciras, conde de Azcárate, de Targes, de Santibáñez y de Lope-Cano, vizconde de Valdolado y de Almeira, barón de Camargo, de Miraflores y de Sotalto, tres veces grande de España, caballero de las órdenes de Alcántara y de Calatrava, señor de otros títulos y honores, era, ¡cosa extraña en persona de tan ilustre abolengo y alta jerarquía! un joven modesto, sensato y virtuoso.

Indias pescadoras que venían de Chorrillos, hierbateros de Surco, yanaconas de Miraflores, cimarrones de San Juan y peones de las haciendas, traficaban a esa hora a pequeña distancia del estanque. No había forma de que un hombre pudiera matarse en paz. ¡Pues sería andrómina que, a lo mejor de la función, me descolgase un transeúnte inoportuno!

Entre los muchos edificios y monumentos de esta artística capital, son dignos de mencionarse la universidad, el capitolio, Miraflores, que es la residencia del presidente, el hospital de Vargas, la catedral, el panteón, el museo de Bolívar, los dos teatros, la academia de bellas artes, la estatua de Bolívar en la plaza del mismo nombre, y la estatua de Wáshington.

Tal fue el poderoso influjo que obró en la imaginacion de la nueva reina la inesperada muerte de su esposo, que muchos dias estaba fuera de , y encerrada en el aposento que á ella le parecia mas lóbrego y triste. Durante este enagenamiento, se habian hecho los funerales, y por consiguiente el cadáver del monarca sepultado en la cartuja de Miraflores.

No podía compararse con ella la de los Guevaras, ni la de los Peraltas, ni la de los Zapatas, ni aun la de los Salvajes: se parecía a las de Oñate y Miraflores. Sus dueños le decían el palacio... y, sin embargo, no pasaba de ser un caserón destartalado, de grandes salones, tremendos patios y pasillos laberínticos.