United States or Palau ? Vote for the TOP Country of the Week !


Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.

Todos brincaban por el salón, acometidos de un vértigo en el cual debían de tener alguna parte el manzanilla y el amontillado que nos habían servido. Cuando nos cansamos, fuimos de nuevo a sentarnos. Cogí su abanico, le di aire fuertemente, tan fuerte, que lo rompí, lo cual fue ocasión de nuevas bromas y risas. No habíamos hablado nada de nosotros mismos.

Y con gran pasmo del grupo de curiosos, puestos uno enfrente de otro, comenzaron á bailar con brío y arrogancia al son de la gaita. Los mozos, levantando los brazos y mirando á las mujeres atrevidamente á la cara, ejecutaban mil suertes de figuras, brincaban hacia atrás y hacia adelante haciendo ruido con sus fuertes y claveteados zapatos.

Otras brincaban con frenesí, enloquecidas por el ruido y el movimiento, respondiendo con viveza á cuantos requiebros dejaban caer en sus oídos al pasar.

Pero los borrachos, que no por estarlo perdían la cautelosa prudencia, el saludable temor que inspira el cacique al labriego, se hacían los desentendidos, limitándose a berrear, a herir cazos y sartenes con más furia. Y en el centro del corro, al compás de los almireces y cacerolas, brincaban como locos los más tomados de la bebida, los verdaderos pellejos.

De cualquier manera que fuese, ya corriendo a gatas por entre las ramas de los pinos o tumbado de espaldas contemplase las hojas que sobre él se mecían, para él cantaban los pájaros, brincaban las ardillas y se abrían las flores suavemente.

Las mujeres, con los brazos y los ojos bajos, brincaban mucho menos y recibían la ruidosa y tosca adoración de su pareja dignamente y ruborizándose. Pero ¡quién se acordaba de ninguna de ellas teniendo á la vista la figura encantadora y risueña de la condesa de Trevia!