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No habiendo asestado sus tiros contra ese punto, no le había herido jamás seriamente. Y este niño, que lo era todo para su enemigo, según él mismo declaraba, estaba allí, á su disposición.... Adoptó una actitud terrible ante el lecho, como si quisiera aniquilar aquellos rehenes que la casualidad le había entregado, pero se contuvo.

Las damas de alto copete en cuyas moradas penetraba á desempeñar sus labores de costura, acostumbraban destilar gotas de acíbar en su corazón; á veces, merced á esa alquimia secreta y refinada con que la mujer puede infiltrar un veneno sutil extraído de las cosas más baladíes; y en otras ocasiones, con una rudeza de expresión que caía en el pecho indefenso de aquella infeliz como un golpe asestado á una herida ulcerada.

Llegáronse a las viejas a hacerme regalos, y holguéme de ver descubiertas las niñas, porque no he visto desde que Dios me crió tan linda cosa como aquella en quien yo tenía asestado el matrimonio: blanca, rubia, colorada, boca pequeña, dientes menudos y espesos, buena nariz, ojos rasgados y verdes, alta de cuerpo, lindas manazas y zazosita.

Tía mía, replicó Herminia con firmeza, el primer golpe no fué asestado por mi marido; usted lo sabe muy bien. ¿Qué quieres decir? Dispénseme usted de explicarme acerca de ese punto; pero sepa que no ignoro nada de lo que ha pasado y que yo no puedo culpar á mi marido. Á estas palabras, que eran una verdadera declaración de guerra, la señorita Guichard se levantó.

Y quizás hasta el golpe asestado a la altivez de Nancy altivez mezclada con su ignorancia del mal del mundo sería demasiado fuerte para su constitución delicada. Puesto que se había casado con ella teniendo un secreto en el corazón, era preciso que guardara ese secreto hasta el fin.

No debía dormir; no quería dormir; lo ordenaba su voluntad... Y media hora después dormía profundamente, sin saber en qué momento se había dejado rodar por las blandas laderas del sueño. Despertó de pronto, como si le hubiesen asestado un mazazo en el cráneo. Los oídos le zumbaban... Era la brusca impresión del que se duerme sin deseo de dormir y se siente sacudido por la inquietud resucitadora.

En emboscada miserable y ruín me has acechado, y en pleno corazón me has asestado sin compasión, amor, tu puñalada. No te guardo rencor. Mi amor sincero es tan intenso que me llena el pecho. Me ha herido tu traición, como un acero... Yo te perdono el daño que me has hecho. ¡A qué, guardar rencor, si todo ha sido tan sólo un sueño que alegró mi vida... un bálsamo fugaz sobre una herida...!