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Y sobre estas inmensas fuerzas de destrucción aparecía un hombre que valía por solo un ejército, que lo sabía todo y lo podía todo, hermoso, inteligente é infalible como un dios: el emperador. Los franceses ignoran lo que tienen enfrente continuaba doña Elena . Los van á aniquilar. Es asunto de un par de semanas. Antes que termine Agosto, el emperador habrá entrado en París.

Necesitaban matar al sacrílego. Ella se tenía también por una obra de arte viviente y quiso borrar el sacrilegio con la muerte. ¡Los crímenes intentados para despojarse de la vergüenza que latía en sus entrañas! ¡Los tormentos de la ocultación, la vida de placer seguida lo mismo que antes, pero con dolorosos esfuerzos para que no adivinasen su secreto!... Al regresar de las fiestas, librándose de la opresión que aplastaba su creciente exuberancia, eran las cóleras homicidas, los puñetazos locos sobre el globo de su vientre para aniquilar al rebelde que se empeñaba en vivir, el revolcarse sobre la alfombra con un histerismo homicida...

Artacho, pues, obraba entónces como un espía, agente del General Primo de Rivera, toda vez que quería aniquilar la revolución, quitándola su más poderoso elemento, cual era, el dinero.

Si con una palabra hubiera podido aniquilar el hotel Harvey y todos los que en él estaban, la afrenta que acababa de sufrir hubiera sido terriblemente vengada. Sorege anduvo calles y calles rumiando sus reveses y su cólera. De pronto se detuvo; se encontraba detrás de Withe-Hall y se puso á pasear delante del palacio pensando profundamente.

Se verá que el liberalismo se mata á mismo; que los más exaltados de sus secuaces devoran á los más prudentes. ¿Qué ha de hacer la Patria aterrada en presencia de este horror? Renegar del liberalismo, facilitar el santo propósito del Rey de restablecer el antiguo sistema. El golpe está muy bien preparado: una parte de los liberales arde en deseo de aniquilar á la otra parte.

Siempre que Apolonio veía dos dándose de puñadas y revolcándose por el suelo, si se levantaba alguna polvareda, decía: «Ha llegado el punto trágico; eso no es polvo blanco, son las divinidades violentas, envidiosas de la vida ligera de los hombres, diluidas en el aire fino.» ¡De qué buena gana se hubiera diluido Apolonio en el aire fino para ir a mezclarse en las disputas enzarzadas a causa de su afortunado rival, como la guerra de Troya por Helena; intervenir por modo invisible y aniquilar a todos los secuaces de Belarmino!... La venganza es el placer de los dioses.

Pero morir en plena juventud, ¿qué digo morir? matarse, arrancar de una vez todas las raíces, romper todos los hilos que nos ligan a este mundo, aniquilar todos los sueños de nuestra imaginación, ahogar todo nuestro amor, después de apurar el primer sorbo, abdicar del vigor y de la fuerza que da vida a nuestro cuerpo, renunciar a la felicidad que vislumbramos a través de un horizonte risueño y dilatado, abandonar la vida cuando apenas se ha comenzado a vivir, llevándose consigo creencias, sentimientos, ilusiones y quimeras, eso que constituye un sufrimiento espantoso; eso que es morir de veras.

Un deseo claro y terminante de venganza se impuso á su pensamiento; necesitó herir á su enemigo aunque él tuviese que sucumbir al mismo tiempo. En el trance en que se encontraba había que jugar el todo por el todo. Sorege no dudó é hizo de antemano el sacrificio de la vida, con tal de aniquilar á Jacobo. Entonces decidió volver á casa de Lea.

Me dispongo á terminar brevísimamente la actual campaña, á fin de aniquilar el movimiento armado en la República, que sonroja los rostros de los hijos de un pueblo valeroso, digno y de vergüenza; dicha sea esta última expresión apelando el vocablo que en crítica situación para los revolucionarios del 68, sirvió al inmortal Agramonte para levantar más el espíritu público y hacer que prosiguiera la jornada gloriosa.

«¡Y qué! me dije entonces: el hombre es soberano de este abismo, y sinembargo el solo movimiento, el olor y la vista de este monstruo líquido son bastantes á vencer y aniquilar completamente al soberano? ¿Es que acaso esta corteza de carne que envuelve al espíritu puede hacer pesar su debilidad miserable sobre el ser moral, hasta el punto de quitarle el pensamiento, la memoria, la voluntad y toda la energía de los instintos generosos? ¿El hombre es, pues, muy pequeñome pregunté desfalleciente.