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También corrieron los portadores de su litera para empuñar los brazos de esta caja portátil. Todo el cortejo universitario, que ya empezaba á fatigarse de una visita larga y sin incidentes, se aglomeró en los escotillones para deslizarse por las cuatro rampas arrolladas á las patas de la mesa. Flimnap se despidió de su protegido con breves palabras: -Vendré mañana, gentleman.

Las lámparas se apagaban, por reglamento, a las ocho de la noche. Para esta hora había que tener colgadas las hamacas; las descolgábamos al salir el sol. La marinería y el contramaestre se alojaban a proa, en el sollado, y en las zonas cálidas, cerca del Ecuador, dormían en la cubierta y guardaban las telas de los coys arrolladas sobre las bordas.

Pero en la tarde, cuando vió venir por el camino á unos señores vestidos de negro, fúnebres pajarracos con alas de papel arrolladas bajo el brazo, ya no dudó. Aquel era el enemigo. Iban á robarle.

Las velas consistían en nervios de hojas entretejidas con filamentos del árbol del sagú y eran cuadrilongas, de veinte pies de largo por siete de ancho, aunque también suele haberlas triangulares. Cuando no hay viento van arrolladas al pie de los palos; cuando lo hay, las izan hasta la mitad, o hasta lo alto, según sea más o menos recio.

Traía este por todo equipaje una de esas fundas inglesas arrolladas en correas, que encierran tanto en tan poco trecho y bastan para guardar todo lo necesario a cualquier touriste inglés que se dispone a dar la vuelta al mundo.

Un viejo con melenas de un blanco sucio y gran chambergo, que tenía aspecto de poeta tal como se lo imagina el vulgo, se despojó de un gabancito veraniego y dos bufandas de lana arrolladas á su cuerpo para suplir la falta de abrigo.

Estriba toda la mole en una especie de cámara claustreada con una tan sutil arquería, que las columnas parecen las varas del pabellon de una princesa tártara, y los arcos inferiores que de unas á otras voltean, festones de recamadas cintas, primero apretadamente arrolladas, y dispuestas luego en forma de aspa, entregadas á sus naturales ondulaciones, solo prendidas por las estremidades.

Pasando a través del vidrio de las ventanas, en forma de balas de cañón fuertemente comprimidas, dándoles de lleno en la cara, como una pelota del juego de football si por casualidad se encontraban asomados; por cuartas partes, metidas por ventanas distintas; incluso los habían encontrado en la chimenea, clavados contra la puerta, en las ventanas de las buhardillas, en los terrados, embutidos en los ventiladores, introducidos en forma de arrolladas cerillas por el ojo de la cerradura, y anegados en los jarros con la leche matinal.