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Cuando cada monarca de la tierra Sobre un cráter de horror su espada afila, Y muere en flor la pompa de la tierra Bajo los potros del moderno Atila; Cuando Europa, violada y destruida, En ese loco batallar sin nombre, Siente que escapa su divina vida En el agonizar de cada hombre; Sólo , paladín excelso y franco, Caballero ideal de punta en blanco, Guardas tu espada de encendida lumbre.

Ahora me dan todas las tardes un buen platao de comida en ca el señor banquero, que vive mismamente de cara a la entrada por la calle de las Huertas, y vivo como una canóniga, gozando de ver cómo se le afila la jeta a la Caporala cuando la muchacha del señor banquero me lleva mi gran cazolón de comestible... En fin: con esto y algo que cae, vivimos, Doña Benina, y puede una chincharse en las ricas.

Y el otro, dando entonces rienda suelta a la rabia que le ahogaba, al rencor contra el padre de aquel inocente, fuera ya de su alcance, que por tantos años había fomentado en el fondo del pecho, con la paciencia con que se afila la hoja de un cuchillo, gritó con voz terrible, sacudiéndole con una mano por un brazo, poniéndole el puño cerrado de la otra junto al rostro mismo: ¿Qué quiero?... ¡Matarte es lo que quiero!... Romperte el alma... Tirarte al agua; que uno de los dos no vuelva al colegio...

El gitano miró fijamente a Bentek, e hizo un gesto que el viejo negro comprendió en toda su expresión, porque en dos saltos desapareció. , hijo mío, bebamos en este momento; porque, Blasillo, eres como el joven y ardiente savo que, como no distingue el grito inofensivo del alción del grito de guerra de la gaviota, afila sus uñas y su pico para sostener un combate imaginario. ¡Cómo!...

¡Ah!... Melchor es un hombre excepcional dijo Lorenzo. ¿Por aquí ha de tener mucho prestigio, no? preguntó Ricardo. ¿Don Melchor?... ¡Con una palabra, junta a todo el mundo!... ¡Si don Melchor es como la cocinera, que en cuando afila el cuchillo se le amontonan las gatos. Ahora un poco de música, Ricardo dijo Melchor levantándose de la mesa. Hay que pedir el asentimiento de Lorenzo...

Venid, vereis que en los amados cuellos De tiernos hijos y muger querida, Teogenes afila y prueba en ellos De su espada el cruel corte homicida, Y como ya despues de muertos ellos Estima en poco la cansada vida, Buscando de morir un modo estraño Que causó con el suyo mas de un daño.